25/11/09

Espejismos de un bicentenario cualquiera

Autosubrogarse el «hoy» del «yo» viviente y actuante en el «ayer» del «él» de la historia que un día lo contará, o, dicho de otro modo, representarse el «hoy» de lo que en primera persona puede uno decir de «sí» como el «ayer» de lo que en tercera persona podrá decir de «él» un narrador futuro es transfigurar la propia persona en «personaje» y, por ende, adoptar, de la forma que fuere, «condición histórica»; dicho, naturalmente, en un sentido lúdico y caricaturesco.” R. Sanchez Ferlosio (God & Gun)

Este complejo apunte de Sanchez Ferlosio que debe leerse con calma –de tres a seis veces- me explicó por fin las sospechas que he guardado sobre las conmemoraciones del bicentenario de la Independencia, próximo a celebrarse en medio de un aparataje muy postcolonial y democrático. En la página web que el gobierno ha destinado a la magna fecha se despliega una completa agenda de precelebraciones: demasiados actos culturales, innumerables conferencias, videos y fotos de muchos políticos en apogeo. Entre ellos está un documento, “Visión 2019”, que no es nada histórico -más bien ideológico y babeante- en el que el rebaño que hoy gobierna explica el por qué de la celebración y lo que tiene que ver con el futuro, casi con el destino, del país. La analogía, para explicar está absurda relación, es una verdadera bofetada cerebral: de la misma manera que en 1810 ocurrió el grito de Independencia -lo que tan sólo fue una modesta rencilla de hortelanos en un mercado de pueblo- en 2010 dará inicio a un periodo de “redención” nacional. El maravilloso proceso acabará en 2019 igual que las heroicas batallas de 1819, las que nos dieron la libertad; fecha que tan sólo fue el preludio a las guerras civiles entre facciones de criollos que, literalmente hambrientos de poder, se disputaron el dominio de las nacientes “republicas aéreas” que hoy -todavía- malviven. Una de las perlas del documento es que la lucha por la independencia abrió “las compuertas” a la historia de lo que somos. Interesante palabra, emparentada con las esclusas de las hidroeléctricas y las maniobras de desembarco de una potencia extranjera.

Esta imagen “comportal” acaba en un panfletario análisis historiográfico: “…por razones que es difícil precisar, los departamen­tos de ciencia política y de historia de las universidades colombianas han reemplazado, erróneamente, la historia política por la historia de la violencia”. El documento dicta, así, el modo en que la historia debe ser contada, pues debe olvidarse la historia de los hechos (la violencia) y resaltar, en cambio, los hechos en la historia (la política). Esa interpretación de los hechos en la historia como una parsimoniosa aproximación al zenit político que vive hoy el país, con el rebaño y el pastor gobernante a la cabeza, es la que explica por qué se abrieron las compuertas de la Independencia en dirección al certero destino que “Visión 2019” nos augura. Esta regañina a la inteligencia es lo que se esconde detrás de tanto evento cultural, un instrumento más de control de lo que es pertinente saber y celebrar de nuestra historia.

El vecino Chávez no necesitó bicentenario alguno para conmemorarse a sí mismo como heredero de Bolivar, le bastaron sus ganas de presidencia vitalicia y las demás formulas autoritarias que el Libertador aplicó en su día. Esto le ayudo a olvidar que el amado héroe aborrecía la presencia de indígenas, negros y mestizos en las instituciones políticas; para el criollo Simón de la Santísima Trinidad la independencia de las colonias no podía acabar en una “PARDOCRACIA”. Por el comportamiento de Chavez y las babosadas de “Visión 2019”, historiadores como Rafael Rojas (ver El bicentenario y la tradición republicana) afirman que los bicentenarios por venir están lastrados por una praxis política en la que hay mucha democracia y poca republica, lo que quiere decir que la ciudadanía participativa, en igualdad y libertad, ha sido atropellada por el caudillismo reeleccionista, censor y corrupto de nuestros días. Ese caudillismo genera una especie de efecto especular que mirando hacia atrás busca en la historia un aparato simbólico para proyectar hacia adelante un futuro acorde con lo que “fuimos” y así inventar para la historia, aun no contada, los hechos de un personaje digno de los que alguna vez fueron, pero que en él seguirán siendo. Ese efecto especular de la historia de los caudillos, que hoy gobiernan las antiguas provincias de la nueva granada, sirve para recordar una descripción decimonónica del personaje literario que ellos encarnan : “Hombre político, sagaz, diplomático, enérgico (…) algo teatral y algo jactancioso en su porte y en sus mismas costumbres, pero conocedor profundo del pueblo que mandaba, era el único capaz de someter y hacer temblar a aquel pueblo pendenciero y alborotador, incorregible y medio loco” (Miguel Pardo, Todo un pueblo, 1899) Creo que esta es la dirección hacia la que deberíamos orientar la historia no sucedida del próximo bicentenario: las intenciones de perpetuarse del histórico, pero vigente, caudillismo latinoamericano.

11/11/09

EL ENSTUSIASMO POR EL ERROR


Adoramos el engaño, nos enloquecen las mentiras y las apariencias. Nada como los mitos navideños, las lozanías turgentes del photoshop, la retórica contra la pobreza y las guerras de los gobernantes o las indecentes promesas del optimismo económico -¡saldremos de la crisis!-, para comprobar que la fascinación por el equívoco moldea el carácter individual y colectivo de nuestros más “libres” propósitos, de nuestros más encumbrados ideales, que a manera de sombras deambulan entre la superstición tecno-publicitaria del mundo.
La certeza en la incapacidad humana para sustituir el error por la verdad le fue inspirada a un reconocido exiliado florentino por el papa Alejandro VI, cuyas maniobras políticas le sirvieron de prueba fáctica de la inclinación del hombre hacia la mentira: si hay alguien dispuesto a engañar siempre habrá muchos más dispuestos a ser engañados. Esta máxima de la vida política ha permanecido intacta en la historia de todas las formas de gobierno, tanto que su éxito fue materia del concurso que Federico II de Prusia convocó desde la Academia berlinesa (en 1774): ¿Es conveniente y útil engañar a los pueblos? La respuesta volteriana es negativa, pero la realidad política es evidente. El error es necesario para que los gobernantes presuman de fomentar el bien común infundiendo temores, sentimientos patrióticos o falsas supersticiones, mezclando así verdades con errores o diferenciándolos cuando sea oportuno: el poder sería criterio de verdad.
En su respuesta al concurso berlinés, Condorcet decía que mezclar la verdad y el error como garantía para la obediencia del pueblo desemboca en una confusión extrema entre los principios morales y las acciones ilegítimas, entre lo que es un sentimiento inducido y lo que es razonable hacer. De modo que los hombres presos de la confusión serán libres, sólo, para decidir qué errores cometer o qué nuevo amo escoger. El error es un instrumento feroz que conlleva violencia, porque los crímenes pueden ser apreciados como acciones compatibles con los sentimientos naturales del ser humano, da como ejemplo la noche de San Bartolomé. El hombre preso del ENTUSIASMO POR EL ERROR es la bestia más peligrosa, pues no es capaz de distinguir, en razón de su ignorancia, la verdadera motivación de sus acciones. La identificación que hace Condorcet entre error y violencia, entre confusión y ferocidad, nos ofrece la cara más seductora del control político: la relación entre los agentes violentos y la inducción de la ignorancia. El mismo autor confiaba en que los gobiernos tuvieran en cuenta el ERROR como un malestar de la vida pública, un problema que debía ser tratado con un modelo educativo que atacara la transmisión de los “antiguos” errores hacia a las nuevas generaciones, una sociedad que funcionara como un gran centro pedagógico y no como una gran productora de engañifas.
El camino que va del error hacia la verdad está plagado de problemas, decía Condorcet. El principal de ellos es la creencia de que el engaño es un instrumento, asumido, de crecimiento biológico, social y político. No es difícil escuchar que la mayoría de los seres humanos se levantan todas las mañanas para ser engañados por la publicidad, las noticias, hasta por los productos culturales que ofrecen lo que “verdaderamente ha pasado” en la historia o en los sucesos más recientes de nuestro tiempo. Sabemos que nos engañan, sabemos que todo es mentira y sin embargo no sabemos por qué. Los neurocientíficos, los psicólogos, los especialistas en marketing, los directores de cine y los escritores de best-sellers nos ofrecen explicaciones muy elaboradas acerca de cómo lo parcial, lo fragmentario, lo oculto, lo simulado, lo mentido, está presente tanto en la naturaleza de nuestro cerebro como en el origen de una religión, sin contar las relaciones interpersonales o el consumo. Estamos tan familiarizados con el error que es imposible que represente, como para Condorcet, el síntoma de un problema público que debe ser tratado como una materia de interés general. A nadie le preocupa que le digan la verdad sobre nada, le preocupa que le digan algo, así sea una mera estrategia de venta, de negociación, de información etc., que encubre una motivación tácita, no revelada, pero real, de manipulación. Nos interesa que alguien nos diga algo, así sea una sarta de mentiras, de ahí el éxito de ciertos políticos, de ciertos líderes religiosos, de algunas “celebrities”, que sólo dicen lo que deliberadamente debe ser escuchado. Consulte su periódico más cercano, escuche la alocución de un gobernante, vea un anuncio publicitario, si en todo ello no detecta un entusiasmo enfermizo por el error y la mentira, por favor no lea jamás a Condorcet, siga disfrutando de su predestinada susceptibilidad al engaño.

2/11/09

EL 76% DE BACHELET

Sobre el género y el de-genero en democracia; un par de lecciones acerca del funcionamiento del Estado a cargo de una Señora Presidenta (ENTREVISTA EL PAÍS) Pregunta. Ya que goza de una enorme popularidad entre el electorado chileno (76%), ¿se le ha pasado por la cabeza cambiar la Constitución de tal modo que pueda repetir en la presidencia? Respuesta. Creo que en la vida como en la política hay que ser ética y estética. Jamás cambiaría yo una situación para beneficio personal. Si yo alguna vez hubiera pensado que hay que hacer un cambio a la Constitución, habría mandado un proyecto de ley que hubiera entrado en vigor desde el próximo gobierno en adelante, no para el propio. Creo de verdad que no es una buena política que las personas arreglen las legislaciones, el mundo político, la autoridad a su tamaño. Los cambios en las leyes, en las instituciones tienen que ser para mejorar la situación del país, no las situaciones personales. Eso no me interesa, y no estoy de acuerdo. P. Pero, tras vivir cuatro años la pompa del poder, ¿puede entender esa desesperación de algunos por no abandonarlo? R. No soy un buen ejemplo para contestar eso. Lo único que quiero hacer en los meses que me quedan es cumplir los compromisos con la gente, porque a eso vine. Ahora... algunos dicen que el poder es sexy. Pero a mí no se me ha generado esa droga. El boato no me impresiona, ni los fuegos artificiales. Lo que sí he visto es que tiene que ver en algunos casos con la ambición personal, que puede ser ambición de fama. También he visto que hay en esto algo vinculado al género. No sé si es un tema de la naturaleza, o si es cultural, antropológico o biológico, o está relacionado con el momento de la historia en el que estamos. Pero he visto habitualmente en el trabajo (aunque, debo de insistir, hay de todo) que en general las mujeres se relacionan con el poder más desde la óptica del servicio a los demás.P. ...Mientras que el hombre... R. No quiero caricaturizar..., pero... parece ser que en el caso del hombre se ofrece una suerte de atracción fatal más potente por el poder. Le pasa una cosa distinta (aunque insisto en que hablo en términos generales, y hay excepciones). Se le produce una atracción por el poder que vive de manera diferente de una mujer. No estoy hablando de presidentes de la república. Lo he visto en jefaturas diversas, ministerios, muchos sitios: hay gente espléndida, encantadora, que cuando llegan a un cierto cargo se transforman en pequeños dictadores. Algo les pasa con las alturas. Llegan y se marean. No es que no pase con las mujeres, pero mi pregunta es si las mujeres no han tenido todavía suficiente exposición al poder para mostrar estas características, si a lo mejor es sólo un problema de tiempo, os es que hay algo más ontológico. P.¿Cuál cree que es la respuesta? R. Éste es un juicio empírico; no pretendo armar una teoría, pero... Hay una mujer llamada Gilligan que ha hecho estudios de neurociencia basándose en observar cómo el niñito y la niñita resuelven los conflictos en los jardines infantiles. Ella dice que todos quieren resolver el conflicto (por eso no digo que los hombres llegan al poder a hacer una cosa mala y las mujeres una buena), pero las mujeres, cuando resuelven un conflicto, buscan el win-win solution. Buscan que el resultado sea bueno, pero no a costa de muchos heridos en el camino, sino de que ojalá todos salgan ganando. En cambio, los hombres se preocupan más por el resultado que por el proceso. No quiero asegurar que esto sea completamente cierto. (¡Y no digo que las mujeres son mejores que los hombres!). Pero lo que sí quiero decir es que creo que hay que buscar el mejor aporte de mujeres y de hombres, porque aparentemente hay algunos rasgos de liderazgo que pueden ser distintos, y con liderazgo complementario una sociedad puede hacer más cosas.

25/9/09

Hecatombe sin doctrina


La teoría-conspirativa que nos propone el documental The Schock Doctrine, elucubrada desde un par de ideas del padre de los “Chicago boys” Milton Friedman, nos dice que es posible simular o manipular la recepción social (el schock) de los desastres (guerras, epidemias, terrorismo) para empoderar y “enriquecer” a una élite. Con varios ejemplos se muestra que el Schock es una especie de hilo conductor de la historia en el que el trauma colectivo, generado como reacción a una catástrofe, puede ser planificado para conseguir el hundimiento social y con ello imponer modelos deshumanizados de rendimiento económico o control político. Esta práctica tiene casos flagrantes en una dimensión global, pero si vamos a las regiones -a las localidades- vemos que sin que nadie conozca nada de Friedman la cadena del terror y la desinformación creada a partir del Schock social consigue resultados políticos impensables antes del “desastre”.
Uribe no tiene significado alguno sin el recrudecimiento del conflicto protagonizado por la desbandada paramilitar de los 90, de la que el mismo Estado fue participe, sin el fracaso del diálogo de Pastrana y sin las escandalosas derrotas del ejército. Este es un genuino producto de la manipulación del Schock que ha logrado cambiar dos veces la Constitución y que incluso formula ambiguas predicciones acerca de la “hecatombe” que ocurriría si el conjunto de las instituciones políticas y los ciudadanos no acatan la voluntad del único interprete, y/o curandero, de los traumas nacionales. Se trata de la versión criolla del Schock Doctrine de Friedman a la inversa, porque la realidad nacional es tan desastrosa, tan traumática que sólo puede esperarse una cosa: más y más catástrofes. Uribe no necesita a Friedman para manipular, porque él mismo es el culebrero de la catástrofe y el artífice del schock nacional.

6/9/09

MIERDOCRACIA (SHIT-CRAZY GOVERNMENT)



“Las heces de los habitantes de Oslo moverán los autobuses municipales de la ciudad”
20 Minutos



El poeta y cuentero Jorge Navarro decía encabezar un movimiento político llamado el “NIMIERDISMO”. Uno de sus propósitos era crear un impuesto a la cagada para recuperar el erario público. El bienaventurado mecanismo consistía en poner cagometros en cada toilette de la nación y cobrar por cada excrecencia y por cada gramo expelido; aprovechando así nuestro cotidiano deber biológico con la ingestión alimentaria. En está alucinada defensa de la carga fiscal a las heces no se llegó a proclamar si cagaleras, flatulencias y pedicagadas tenían un régimen especial, si había exenciones durante la cuaresma o si era posible construir con mierda las mismísimas instituciones políticas. Pasado el tiempo la ficción partidaria se ha impuesto, ocupando el poder legislativo a nombre del ejecutivo y dejando el prefijo “NI” para quedarse en el íngrimo “MIERDISMO”. No se trata de un partido, sino de un estilo de gobierno en el que cualquier pedorreta puede ejercer de MIERGISLADOR desde el trono de su asqueroso culo. Por mayoría los MIERDOTANTES del COPROTOLIO han aprobado una singular DIARREA-LESGISLATIVA para preservar el poder de su santa mierda. Los obedientes electores deben ahora untar sus dedos en la mierdosa prorroga de este hediondo poder y refregar sus votos en el CAGORENDUM que garantizará la elección ilimitada al untuoso CAGODILLO, el que más mierda puede hacer comer a su hambriento país. Marrones de entusiasmo chapotean en las letrinas, elevando sus lúbricos belfos a las potentes nalgas de su protector, el orto que alimentará los festines del COPROTOLIO.
Aquellos estupendos productores de mierda institucional, impunes tragadores y vendedores del producto de sus intestinos quieren hacer creer a los ciudadanos que los chorongos de diez plantas con vistas a la CASA DE CAGUÍ son el comestible de la democracia. Pasará lo de aquel chiste: cuando la mierda llegue al techo y toque los ventiladores habrá que buscar refugio detrás de las cortinas o lucir nuestras "manchas solares" con dignidad patria.

19/8/09

La democracia autorreferencial (El Estado -de opinión- soy yo)


“En los Estados de opinión -y yo creo que la característica más importante del Estado colombiano es que es un Estado de opinión- el control más importante es de opinión”
A. Uribe

Los tibios analistas nacionales pierden los ojos por descifrar el contenido de la majestuosa irrupción de un nuevo concepto-engendro de factura 100% nacional; exportable sin duda. Uprimmy busca definiciones oficiales, Holguín dice no tener idea de lo que significa y Restrepo lo tiene un poco más claro “al hablar de estado de opinión el presidente Uribe entendía lo que dicen las encuestas que, a su vez, reflejan lo que dice la televisión (…) lo que vocea la radio en las periódicas entrevistas de más de una hora (…) Esa opinión, así trabajada, así de emocional, es la que manda, y recibe el nombre de estado de opinión”. No le busque, ya está definido.
A pesar de la claridad de este acierto, Uribe ignora que sólo en su cabeza -o quien sabe en cuantas más- existe algo parecido a un Estado de opinión de carácter político. Hasta ahora lo único con algún parecido es lo que la sociología llama la “estabilidad” de una opinión general, lo que puede ocurrir en cualquier grupo social. Se trata del resultado de un análisis estadístico, o sondeo, que muestra la “fotografía” de un estado puntual de opinión. Aquí “Estado” no tiene nada de político, tan solo es el momento en que un grupo toma una posición frente a algún tema de interés común y se queda quieto para una foto estadística.
La maña puesta por los ideólogos criollos está en aprovechar el sentido político de la “opinión pública” para adosarle, en voz de Uribe, funciones legislativas y gubernamentales. Opinión que es una mera creencia generalizada que ha sido inducida y manipulada. El “Estado de opinión” como un ente político es inexistente, un fantasma asistido por los medios de comunicación que sirven de escenario al espectáculo institucional de unas políticas públicas basadas en la autosugestión.
La propaganda gubernamental también cuenta con la ayuda del boca-oreja: la influencia del vecino, un formador de opinión a pie de calle. Cuando alguien está rodeado de una mayoría que opina de forma diferente, aquel tiende a cambiar su opinión por la del vecino. La física social, nos dice, que las opiniones se contagian por contacto e influencia, basta con escuchar los testimonios de muchos que dicen estar “rodeados de uribistas” y que para conservar los bienes que ofrece la amistad, la familia o el simple lameculeo, se callan sus verdaderas convicciones.
Las máximas de la Ilustración nos hablan de una opinión pública fundada en la razón y el debate público, no en la manipulación mediática y la presión social. El mito del Estado de opinión representa la creencia, legitimada por un concepto estadístico, en la integridad ética de un representante que ha destruido todos los caminos que se desvían de su agotado proyecto político. Tal como aparece en el discurso presidencial el Estado de opinión sólo puede referirse a sí mismo: El estado de opinión es el Estado fundado en la opinión que a su vez controla al Estado, esto quiere decir que todos los Estados de opinión son como el Estado de opinión en que la opinión funda el Estado controlado por… Para resumir: la opinión general respalda a Uribe; la opinión es el Estado; por lo tanto Uribe es el Estado (Q.E.D)

9/8/09

No country for Garzones



"Qué orgullo patrio sentí al ver la revista esta Semana, que trae en la tapa al civilista gobernador de Antioquia, doctor Álvaro Uribe Vélez. Un hombre de mano firme y pulso armado. Líder que impulsa, con su aplomado cooperativismo, pacíficas autodefensas que él, iluminado por los soles de Faruk, llamó Convivir (…) Álvaro vislumbra todo un país convertido en zona de orden público, como una sola Convivir donde la gente de bien pueda disfrutar en paz de la renta. ".
Godofredo Cínico Caspa


Después de 10 años de su asesinato viajan por la red las escenas en las que Garzón, vistiendo la piel de sus personajes, mamaba gallo con el entonces presente -futurible- de nuestro entrañable paisito. Aquellos monólogos resultaron predictivos. Los gags de una cruda visión profética en la que un guachimán, un tinterillo o un lustrabotas se burlaban de la realidad que nos caería encima años después. Ahora aquella excedencia de realidad es el “burletero” espíritu de la nación y a casi todos se nos fue la risa.
La transformación de la bufonada en profecía resulta obvia si leemos de otro modo los chistes de Garzón. Podemos sustituir el nombre “Uribe cree…piensa…ve” por “El 84% de los ciudadanos, incluido Uribe, creen…piensan…ven”. Ni el más cruel de los cinismos hubiera imaginado que las burladas opiniones de un gobernador de provincias serían después la voz de la voluntad popular, el aglutinante de toda una sociedad. Creo que no sobra preguntar qué pasaría si Garzón viviera ¿sus mamaderas de gallo serían tan graciosas? Hace diez años ya no lo eran, aunque todos reían con entusiasmo.
La clave para comprender cómo las tres ideas de un político cualquiera se transforman en la ideología que pastorea a las mayorías electorales está en la presunta “conexión directa”, o el dialogo telepático, entre la voluntad popular y los políticos. El supuesto democrático dice que los electores delegan el mandato en un representante para que este obedezca el interés de los votantes, sin embargo un buen día los intereses personales del representante entran en conflicto con los propósitos de los electores. Para resolverlo el representante intenta convencer y “hacer creer” a los electores que no hay tal conflicto de intereses. El representante subvierte la mentalidad de sus electores dirigiéndose a ellos como el pueblo, la patria…etc.; excluye a sus opositores del interés general con delicados insultos, apátrida por ejemplo; y enajena la voluntad de cada ciudadano con la formula “respeto la voluntad popular”, lo que se traduce en “todos respetarán mi voluntad”. Los electores, una vez identificados con la voluntad popular, se convierten en esclavos de su representante. La voluntad popular decidirá sobre cualquier cosa -v.g. la reelección ilimitada-, sus dictados serán ley y el intérprete de sus designios un autócrata soberano. En razón de los caprichos de la voluntad popular muchos países viven en un constante “ensayo civil” protagonizado por el transfuguismo de los negocios políticos.
A esta fuente de poder recurren por igual Uribe, Chávez, o los hermanos Castro, basta con detenerse en los motivos de sus innovaciones legislativas. Garzón quizá llegó a usurpar algo de esta “voluntad popular” con sus personajes desdentados y locuaces, o a lo mejor, quiso ocupar el puesto de uno de sus privilegiados intérpretes.

3/8/09

El zafio incontinente y el crédulo insoportable (el pellizco revisited)


La intelligentsia criolla ha celebrado, con ovaciones unánimes, la pesquisa literaria que ha descubierto la infamia y el secreto que nublaban al necesario -más aun probable- soneto de Borges. Célebre por dar título -sin quererlo- a la novela de un fervoroso creyente. Sospechoso protagonista de una impracticable parodia literaria.
Hace un par de años (antes que en Ñ-clarín, Arcadia, El Espectador o El malpensante) aparecieron aquí algunas crónicas acerca del tal soneto, cuyas tesis aun no han sido contestadas por las obvias evidencias arqueológicas o los rechazables hallazgos irónicos de esta torpe historieta. Enumero aquí las principales:
1. La celosía del Canon. No hay peor enemigo del escritor vivo que el escritor muerto. El segundo tiene lo que al otro le falta por definición e indolencia: la envidia de todos los escritores vivos, la sucia gloria. Para ajustar cuentas con Borges el zafio y el crédulo -sin que uno supiera lo que hacía el otro- se entregaron al vergonzoso trabajo de unir sus miserables nombres de vivos al estruendoso nombre del muerto. Sin duda alguna lo han logrado uno por incontinente y el otro por insoportable.
2. El Autor-personaje. El autor vivo inventa desde su intimidad, malograda y aburrida, un personaje de sí mismo que consigue en el papel lo que en vida le resultaría inalcanzable. El zafio es un viajero libertino, amigo de casi todos allende la provincia, incluido Borges, que saca jugosas ventajas literarias de sus recursivas simpatías con el prójimo. El crédulo es un detective cuya sombra merodeaba el Parque Lleras y gastaba grandes sumas en telefonemas al extranjero en los que se presentaba como la víctima confusa de un absurdo retruécano de la fortuna. Este personaje jura, arrastrando la penúltima silaba de cualquier palabra, que dios juega a los dados entre semana y al bingo los sábados por la noche.
3. Los enanos escaladores. Tanto el zafio como el crédulo -cada uno con su alter ego- se encaraman con habilidad prensil al gigante literario, fundando en sus hombros un campamento de odios, disputas y cócteles literarios. Borges erigido cual torre de Babel es trepado por aquellos que buscan parlotear y reproducir, en su particular jerga incomprensible, la ponzoña de un nuevo credo: la veracidad del soneto. En esta secta hay un creciente desfile de papisas y oficiantes que harán las delicias de los aficionados a la observación de fenómenos extra-poéticos.
El dilema
A estas tres tesis no contestadas les sigue un insano y escueto dilema: Si el zafio y el creyente son dos reconocidos eruditos -practicantes del oficio literario- que ostentan con soltura galardones, títulos y dientes de oro ¿por qué después de más 20 años de contacto con la obra de Borges, y con el soneto en cuestión, escenifican un circo literario, a modo de tour-de-force, en el que dirimen diferencias una multitud de originales y un escueto apócrifo? La conveniencia editorial de la tardanza, sin duda, ha sido fructífera.

18/5/09

Sonambulario (in memoriam)

“nos suspendieron el derecho a la tibieza”
M.B
Vuelto a leer después de los quince
Poeta de los hombres que miran
Ese repentino cuerpo suspendido e imperdonable
El día que partió se quedó la invasión de palabras
taquigráficas, litúrgicas,
-mecanografiadas sin voz, ni rostro-
paseando sonámbulas entre las dunas de una historia sin desierto
Su revolución estuvo a dos pasos del pan,
a una mano de la cómplice, a pie juntillas
en los talones desnudos del silencio
y codo a codo en la general angustia de los desterrados
No hay tiempo para los latinoamericanos
Son tan inoportunos, obvios y melosos
El bigote es para disimular.


28/4/09

Uribenstein: un puzzle histórico






Alguna vez hice este comentario -ante alguien que deseaba permanecer en el anonimato-: Uribe no es muy diferente de Laureano Gómez. Le decía que ambos habían tenido la capacidad de enardecer el espíritu nacional con unos cuantos “pájaros”, patriotas carniceros con fecha de caducidad desechados después de una frugal alianza. El interlocutor en cuestión me dijo que Uribe era algo más que Gómez y llego a atribuirle una inteligencia desbordante, un ímpetu sobrehumano, además de una retórica que fascinaba a sus partidarios. Le repliqué que Gómez tenía las mismas cualidades no en vano fue capaz de planificar en los años 50 tres décadas de control político del que la modorrienta nación aun no ha conseguido despertar. Quizá las circunstancias históricas quisieron a capricho darle a Gómez un Himmler para sus devociones políticas y a Uribe un torpe vaquero ebrio.
El caso es que la comparación me sirvió para elaborar una idea harto insultante y descompuesta: Uribe puede ser el Frankenstein de la historia política de Colombia, una especie de puzzle de lo más excelso de las bajezas tiránicas nacionales. El ejemplo de Gómez es tan diáfano que Uribe no llegó a prosperar hasta que el hijo de Laureano recordó con su muerte a unos tantos cachiporros anónimos. El reciente escándalo de los hijos del mandatario y el debate mediático resultan banales ante la manipulación institucional y política a la que el huésped de Palacio somete al país. Sin embargo, todo esto no dejan de ser partes inacabadas de la historia nacional: Lleras Restrepo apago la radio para darle las elecciones a Pastrana Borrero; La constituyente del 91 fue un mercadillo constitucional en el que se empeñaron e inventaron derechos fundamentales como “no ser extraditado”; la riqueza de los vitalicios padres de la patria ha salido durante décadas del tesoro público; el falso positivo más flagrante ha sido el Palacio de Justicia en el 85. Con todas estas perlas de la historia política se puede hacer un asqueroso collar para colgárselo al puzzle político que ha resultado de esta cadena de hechos que mezclan corrupción, bajezas de alto funcionariado y ante todo ese chovinismo vocinglero que sólo algún apátrida ha sido capaz de convertir en literatura con párrafos de un resentimiento mordaz -si vallejito, un paso al frente, sos vos-.
El puzzle histórico que ahora gobierna con desaforado apetito se impone en todas las discusiones porque sus contrincantes le llevan en el fondo de su abolengo político. Que puede decirle Gaviria a Uribe, aquel mediocre subproducto de un magnicidio; que puede oponerle Samper y sus cajas de cartón llenas de millones; y el resto de la clase política que se revende al mejor postor como el nieto de nuestro ‘único’ dictador que amasa fortunas propias y ajenas a nombre del MOIR ¿Qué pueden objetarle todos ellos a su gran espejo?
Este aberrante experimento en el que se construye al gobernante ideal con las partes más anodinas de la historia nacional explica mucho la senda del destino patrio que puede prescindir, incluso, de Uribenstein, porque la memorable clase política que ha legislado y constitucionalizado al servicio del saqueo de unos cuantos y la marginación de las mayorías es un mal bicho que parece imposible erradicar. Por eso el rompecabezas de la descalabrada historia nacional tiene hoy aspecto de futuro inevitable e irredento, por lo menos durante una década más.

17/3/09

DOS BARETTAS


-Amá ¿y qué es la bareta?
-Ay mijo…el creador nos dio una que mata al prójimo (la pistola automática) y otra que se fuma (cáñamo).
- ¿Y cuál está prohibida?
- Obviamente la que se fuma…

El acceso de los jóvenes a las dos “barettas” es un hecho en cada favelato, comuna o suburbio de cualquier gran ciudad. En las guerras africanas las milicias de adolescentes y niños disponen de las dos: una ayuda a soportar la barbarie y la otra a cometerla sin descanso. Los raperos de Rio de Janeiro cantan un tema en el que alertan a los jóvenes para que no reciban armas, ni droga. Ellas justifican el simplísimo por qué de la corta vida en los barrios marginales.
El acceso a las armas es facilitado por una industria militar protegida por las banderas de las naciones “solidarias”. La distribución de la droga corresponde a un negocio familiar, la asociación de cuatro primos que llevan avionetas y lanchas rápidas a cualquier puerto del mundo. Si un país sólo recibe armas se trata de un asunto de seguridad nacional; si un país sólo recibe droga se trata de un asunto de placer social. Pero hay sociedades donde se juntan las dos, aquello puede convertirse en un delirio de seguridad y en un derroche de placer que suele acabar muy mal.
En estas mismas sociedades hay ciertos grupos que sólo reciben drogas con fines recreativos, no conocen las armas y los disparos los escuchan -a la madrugada- en la calle. Para estos individuos reivindicar el consumo es fácil, pues no llevan las pistolas que les garantizan el acceso a sus “dosis de personalidad”. Las pistolas las llevan otros, quizá unos adolescentes que tienen menos años que muertos a la espalda y por lo menos la mitad de hijos, con cuatro o cinco de sus mujeres-niñas.
Aquellos individuos, tardomodernos y digitales, tienen el control sobre ciertas “acciones incontinentes” -como el consumo de drogas-. Su búsqueda del placer se resuelve con echar seguro a la puerta y acogerse al artículo 16 de la Constitución. En el país de las dos “barettas” no existe la conciencia de que hay algo más que el derecho al libre desarrollo, también es necesaria una ética que explique los derechos colectivos de los marginados.

La parodia de los derechos

La defensa del libre desarrollo de la personalidad (Art. 16) incluye una sofisticada preparación. Se ha leído que un conocido escritor se sirve de sus libros, de sonidos barrocos y de algunas maromas eróticas para justificar el culto a unos porretes advenedizos y coquetones. En este caso no hay porque evaluar el contenido del derecho al libre desarrollo que se reduce a un escueto “haz de tu culo un candelero”; asunto ya juzgado por las Cortes en 1994.
El derecho es limitado y llega tarde a la fiesta porque antes, durante y después se ha fumado y esnifado mucho, así que el mentado “libre desarrollo” ya ocurría sin ley alguna. Resulta imposible reivindicar un derecho que hace parte del deseo humano desde que cogemos con fruición la teta para mamar como desesperados. Lo que interesa es el contexto donde se lleva a cabo ese desarrollo, si lo observamos con cuidado nos damos cuenta de las trampas morales que puede inducir una ley inconstitucional -sin duda-, pero ante todo amañada por unos intereses que se niegan a reconocer el conflicto social que rodea al desarrollo individual.
Penalizar el porte y el consumo significa hacer campaña electoral a costa de los barillos ajenos. El candidato de la oposición fue uno de los magistrados que firmó la sentencia del 94 y sus votantes, no sé si la mayoría, acompañan su interpretación de los derechos fundamentales. Así que a la hora del discurso en una plaza cualquiera el candidato-a-la-reelección-indefinida defenderá a una sociedad hipócrita en la que todos meten pero en la que nadie tiene, ni sabe dónde se consigue. Al final este sentimiento infame inclinará la balanza moral de los votantes.
Es hora de repensar la prohibición de la dosis personal de Baretta, de la pistola. Es hora de reivindicar el desarme de la vida social. No puede haber libre desarrollo de la personalidad en un país en el que se quita ese derecho con un par de tiros y las víctimas carecen de la atención social que repare sus padecimientos.
Poner a la sociedad a luchar en los lugares equivocados, crear escenarios de confusión, resolver bajo la estrategia de un falso imperio de la ley las ambiciones de unos cuantos. Esto es lo que hay detrás de una discusión inútil que desvirtúa la ética individual para que cuatro babosos saquen sus “dosis de personalidad” y demuestren que en el país de las dos “barettas” los derechos sociales, los más urgentes, no le importan a nadie.

20/2/09

Máximas Vulgares


Decía Greenspam un pianista que ejerció alguna vez de director de la Reserva Federal que el acicate de la crisis financiera que ha desatado la recesión global fue la “avaricia”: todos querían ganar más y en efecto sólo ganaron unos cuantos. Confió el viejo banquero que el mismo mercado, aquella indispensable mano invisible, corregiría el deseo inagotable que tenían algunos de ganar más vendiendo y comprando “pajaritos en el aire” por medio planeta. Decía el pianista que el mercado mostraría el fallo y descartaría por sí mismo aquellos productos. Un profesor retirado se ha hecho, más que famoso, por llamar a las cosas por su nombre señalando distracción donde había confianza e inocencia donde sobraba la ignorancia. Era imposible proyectar ganancias sobre el endeudamiento ajeno, resultaba descabellado convertir en un producto financiero la deuda de un sujeto que no podía pagarse ni lo que llevaba puesto. Cuesta creerlo pero así fue, lo que un día podían comprar unos “vaciaos” con dinero ajeno aceitó la economía y fue un título con valor negociable, avalado por auditorias que le auguraban prodigiosas ganancias.
Este buen profesor empezó hace más de un año sus análisis delatando a las autoridades económicas del primer mundo con la sencillez y la claridad de sus reflexiones. Todos le entendían, todos le querían escuchar, mientras jóvenes banqueros de costosa educación en Oxford o Harvard no entendían nada de lo que estaba pasando. No resulta difícil hallar en la reflexión de Greenspan y en la del buen profesor un mismo asunto que hace tiempo un fracasado polemista francés observó en el comportamiento de las sociedades. Las distintas manifestaciones de la existencia colectiva están regidas por sentimientos y sólo aquel que sepa reconducirlos hacía su propio interés conseguirá éxito social. Llevar al buen puerto del interés propio los deseos de grandes colectividades, ese es el objetivo de políticos, banqueros, medios de comunicación, empresarios. Sólo algo de fortuna y la ductilidad que da el conocimiento de los sentimientos ajenos puede hacer a unos cuantos realmente poderosos. Se trata de un juego de fuerzas en que la confianza, la ambición, la envidia, el temor, el orgullo y la avaricia están primero que cualquier ideal. Por eso entre los conceptos fundamentales con los que el pianista y el viejo profesor se explican están: exceso de ambición, ignorancia no admitida, confianza ciega; sentimientos humanos explotados y esclavizados por el interés muy particular de unos cuantos. Aquel polemista francés en su libro “El Arte de medrar” publicado a mediados del siglo XIX ,de manera anónima, le achacaba a unas cuantas presunciones la candidez humana, madre del caos y el desastre colectivo:


Se cree que el mérito es el medio más seguro para ascender.
Se cree que hace falta capacidad para ocupar cargos.
Se tiene la ilusión de que la opinión pública gobierna el mundo.
Se cree que la política consiste en la ciencia de los asuntos de Estado.
Se cree que los hombres públicos tienen fe en lo que dicen desde la tribuna o lo que escriben en sus libros.
Se cree en el progreso indefinido de la humanidad.
El pueblo cree que cuando hace una revolución se beneficiará de ella.
Se cree que para establecer un gobierno basta con hacer una constitución.
Se cree que al mundo lo gobiernan las ideas.
Se cree que los pueblos se corrigen.
Se cree que existen teorías filosóficas o sociales nuevas.
Se cree que llegará el día en que las naciones ya no se harán la guerra.
Se cree que no se puede ser un ignorante y un necio cuando se escribe un libro.
Se cree que los que piden reformas las desean.
Se cree que los que sostienen hoy un gobierno porque es fuerte no serán los primeros en derribarlo si por ventura se tambalea.
(…)Preguntémonos qué sería del orden social si estas vulgaridades no estuvieran en circulación.


Nuestra actual crisis global es tan vulgar como estás máximas.

9/1/09

MEDALLITAS

Quizá me den una medalla
por haber vivido.
Armando Carrillo



Para toda medalla hay un merito, algunos de ellos son esforzados otros conmemorativos y a veces son absurdos insoportables, mas no por ello menos usuales. Cuelgan de los comercios que asedian a los lugares de peregrinación cientos de medallitas de santos o vírgenes que representan un golpe de suerte, un pedido de protección, de salud, a veces de puntería. Es imposible olvidar las medallas colegiales que dignificaban por momentos los aciertos de una memoria plena de datos olvidables; la dedicación ciega de la infancia a la estupidez educativa. Estos tributos mal repartidos son un rezago cansino de las condecoraciones militares, la elección azarosa de un valiente entre la masa de cobardes que van hacia la muerte entre los caminos de una guerra sin responsables, ni regentes. Medallas que dan distinción, que dividen, que destacan las miserias de un mundo lastrado por su extravío.
Cada uno de estos pormenores, y otros más, le caen a la medalla que W. Bush le dará al insigne inquilino -ahora casi dueño- de palacio. La tal medalla se llama de la libertad, esta especie de adjetivo “…of freedom” reluce en las invitaciones a los cuerpos diplomáticos que ya se preparan para ir al evento y doblar el labio en gesto: severo chiste se marca el -ahora- huidizo Bush condecorando a un ex primer ministro víctima de sus mentiras Blair y a un aliado de las Bananas Rep. Uribe conocido por su inepta tendencia a la irritación y el berrido cuando se trata de los llamados defensores de los H.R. Se supone que estos dos son verdaderos gladiadores de la libertad del mismo modo que otros como: Gregory Peck, Bob Hope, media plantilla de los Yankees, unos cuantos directores de la CIA y como no, el cerebro de la invasión a Irak.
Quien da la medalla ha repetido mil veces que su guerra de mierda fue en nombre de la libertad, así que siendo como es un protagonista de la lucha por la abstracta libertad ajena se da a los homenajes, invita a un par de amigos y les dice: saca pecho que ahí va el colgandejo este. Espero que, una vez hartos de medallitas y champanes, a estos sujetos condecorados les de por retirarse de la lucha por la libertad, ya han desecho bastante, ya la han cagado demasiado, nadie les pidió que se postularán a ser dueños de la historia colectiva de sus naciones. La libertad no les necesita, es más si no hubieran salido de casa a luchar por ella nadie les habría echado en falta.
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