20/2/08

Autoritarismo y libertad (a propósito de las memorias de Madame de Staël)


“Ciertamente , no puede negársele talento a este hombre, pues ha logrado tergiversar el mundo, sea cual sea el incentivo que haya utilizado para conseguirlo; pero creo que en todo aquello que no se relaciona con su interés personal sus aptitudes no tienen nada fuera de lo común”
Madame de Staël

En la historia reciente del país ningún presidente había conseguido acaparar todos los poderes del Estado y administrarlos a su antojo como el actual huesped de la Casa de Nariño. El congreso reformó por y para él la constitución - y lo hará de nuevo -; ha manipulado e insultado públicamente a las Cortes; ha organizado su gobierno desde, con y para las fuerzas militares; ha creado cortes excepcionales para que juzguen delitos de lesa humanidad cometidos por agentes hibridos: a veces estatales y otras…también; ha repartido entre los empresarios de los bio-combustibles las tierras de miles de ciudadanos que han sido expulsados de ellas de manera ilegal. Cuando todo esto sucede en un gobierno que está de turno en un Estado democrático se le llama ‘AUTORITARISMO’.
Esta palabra no es ningún insulto -¡no es una grosería señora!-; se trata de una degeneración del Estado que transforma a un régimen democrático en una ‘oficina privada’ al servicio de los intereses y propósitos de Un sólo hombre. El ejemplo más claro de esta degeneración autoritaria, que destruye el sentido de las libertades democráticas, es la ‘marchomanía’ que vive la sociedad colombiana.
Es cierto que la mayoría de los ciudadanos que participaron de estas manifestaciones lo han hecho libremente, porque les preocupa el bienestar general y el respeto de los derechos fundamentales. Casi ningún ciudadano participa en nombre de un ‘bando’, de un ‘partido’ o apoyando un ‘nombre‘, pero la repercusión de un ejercicio de las libertades sirvió e hizo más fuerte a Otro, a Uno en especial, y no a Todos. Esta es la gran paradoja del Autoritarismo, porque cualquier ejercicio de la libertad es tergiversado, manipulado o silenciado por los intereses del que ostenta el poder: en todos los casos es Uno sólo.
El poder autoritario consigue coartar las libertades porque su arma principal es la opinión pública. Por eso acapara todos los medios de información; en la actualidad el país cuenta con un solo periódico de circulación nacional y sus propietarios hacen parte del gobierno (a pesar de la venta de ese mismo periódico a la editorial Planeta). No basta con comparar esta forma de autoritarismo con los modales del vecino -entrometido y bocón-, hace tiempo Madame de Staël ya había detectado esta forma de absolutismo en el gobierno de Bonaparte:

“…cuando se aplica un impuesto de mentiras a la natural curiosidad de los hombres por las noticias; cuando ningún acontecimiento es contado sin ser acompañado de un sofisma; cuando la tiranía, que por naturaleza es silenciosa, se vuelve charlatana para engañar la inteligencia y contaminar el alma, la nación se corrompe hasta el fondo y todo el mundo tiene la doctrina más perversa al alcance de la mano”

Con el autoritarismo lo único que funciona es el ‘opinadero’, todos hablamos y nos desgañitamos, pero no podemos ejercer nuestras libertades ciudadanas, porque se ha creado tal caos que tan sólo ‘Uno’ es libre para actuar y cosechar algún resultado de la confusión general ¿Acaso el huesped de palacio no anunció ya que la ‘hecatombe’ es el signo de su permanencia en el poder? Este truco es muy antiguo y Madame de Staël, lo conocía en carne propia y de un triste modo:

“Si el caos fuera el encargado de adoctrinar al mundo, sin duda expondría ante el género humano el elogio de la paz y de la guerra, de la razón y de los prejuicios, de la libertad y el despotismo, y alabanzas e injurias contra todos los gobiernos y las religiones. Un noble señor dijo que Bonaparte albergaba el infierno en el corazón y el caos en la cabeza. Lo primero tal vez sea cierto, pero respecto a lo segundo hay que advertir que todos sus galimatías se subordinan a un fin claro. Quiere sembrar la confusión en la ideas de todos y cada uno para que sólo se perciban nítidamente los intereses que se cree seguro de poder conquistar”

Cualquier parecido con el autoritarismo que vive el Estado colombiano puede ser coincidencia, pero sin duda lo que caracteriza al huesped de palacio es su iracundia seguida de su desordenado proceder, una conducta que no sigue ideales, ni nobles propósitos nacionales, sino la permanencia en el poder para sí mismo y su corte. En medio del absolutismo sólo uno es libre y el resto tan sólo hablamos o marchamos sin parar…
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