25/8/07

SONETOLABERINTO

Tal como en el Jardín, el de Borges, hay hechos que ocurren sólo después de ser publicados, hechos que se repiten indefinidamente en un papel, en un verso, en un sueño, o en varias vidas a la vez con disposiciones diversas. Estas realidades conviven y se tocan -a veces- en un punto indefinido para dividirse luego, y de forma ilimitada, en cualquier dirección. Esto le ha pasado a un poema que no era de Borges aunque es posible que sea de él, una vez leído por Abad, hallado por un hijo, trascrito por Maria, copiado por Alvarado o escrito por él mismo, corregido por Ospina y editado durante más de veinte años en al menos siete u ocho países, en publicaciones que se ignoraban mutuamente. Hay tantas realidades para este soneto que en una ha sido sólo un poema y en otras aparece entre cinco; a veces es un soneto, otras es título o epitafio, en cierta realidad nunca tuvo título y en otra tiene dos, a veces uno. Si le hacemos caso a los visitantes del jardín -que también es un laberinto, un juego de espejos, una partida inconclusa de go, y una esmerada metafísica de la impostura- todas las realidades posibles: pensadas, soñadas, escritas, vividas, publicadas, jugadas o reflejadas han ocurrido, siguen ocurriendo y ocurrirán más allá de la discreta conciencia que podamos tener de ellas.
Para ratificar esto Abad ya sabe, sabía, sabrá algún día -o nunca lo sabrá- que el soneto era un tercer poema de Borges sin título publicado años después de ser conocido, escrito por Alvarado en un ‘delirium tremens’ o copiado de unas cuartillas que Borges dictó por ahí, un día cualquiera. Ese mismo poema tenía antes de ser publicado, y conocido, un nombre: “Aquí, hoy”, pero cuando fue conocido ya tenía otro nombre “Epitafio”. El mismo poema fue publicado antes de ser conocido, varias veces, aunque todas esas ediciones fueron olvidadas o absorbidas por la publicación de Alvarado en que es el soneto número III, que antes se llamaba “Aquí hoy” y que ahora se llama “Epitafio”. El cuarto verso del poema es, a veces, todos los hombres y los que seremos; otras todos los hombres y que no veremos, pero en todo caso se llama “Epitafio”, a pesar de que antes de ser conocido y publicado -por un editor ignorado por todos- se llamara “Aquí, hoy”. El autor del poema es Alvarado, ‘posiblemente de Borges’, ‘realmente de Borges’, ‘seguro que es de Borges’, ‘Alvarado y Ospina’, ‘Correas’, sólo ‘Borges’, o como dice Juan Cruz ‘se creyó’ de Borges ‘muy probablemente’.
Este poema importa porque tiene un verso que es un título, así que a veces se trata de un título que fue verso y otras de un título que viene de un poema. Un día Abad recibió la noticia de que en el poema ELEGÍA DE UN PARQUE (Los Conjurados-1985) está el verso ya somos el pasado que seremos, basta con cambiarle el ‘pasado’ por el ‘olvido’ y se obtiene un título que es un verso de otro poema que nadie sabe con certeza quien escribió, ni en que estado: senectud, resaca o iluminación. Así que para contribuir a la bifurcación de los senderos, a la infidelidad de los reflejos, o al desafuero de la impostura, aquí van otras coincidencias. Todas ellas buscan -por lo menos- llegar a la conclusión ‘muy probablemente’, ‘seguro que es’, o ‘me estresa este rollo”:

“III” ,o, “Aquí hoy”, o, “Epitafio”

Ya somos el olvido que seremos. (la corrupción y el eco que seremos; Un hombre que no ignora que el presente/ya es el porvenir y el olvido, en “Fervor de Buenos Aires“)

El polvo elemental que nos ignoray que fue el rojo Adán y que es ahora (Significado de la voz semítica adam: "ser rojo")(Que, como el rojo Adán del Paraíso, La luna, en “El hacedor”)( los demiurgos amasan un rojo Adán que no logra ponerse de pie; tan inhábil y rudo y elemental como ese Adán de polvo, en “Las Ruinas circulares“)(como el rojo Adán del Paraíso, en “Poema de los dones“)

todos los hombres y que no veremos. (He olvidadolos hombres que antes fui, en “Elogio de la sombra”; Yo soy los otros. Yo soy todos aquellos, en “Invocación a Joyce“; tú, que eres uno y eres muchos hombres, de “Proteo“, en “La rosa profunda“; El que duerme es todos los hombres, de “La dicha“)

Ya somos en la tumba las dos fechas (Sólo pido las dos abstractas fechas y el olvido, de “El amenazado“)

del principio y el fin, la caja,

la obscena corrupción y la mortaja,

los ritos de la muerte y las endechas.(Endecha es una elegía funeral en verso de siete silabas)(Si la memoria le clavó su flecha alguna vez, labró con el violento/metal del arma el numeroso y lento/alejandrino o la afligida endecha, de “Homenaje a A.R“, en El hacedor)(L. Lugones escribió: Himno a la luna, Endecha)

No soy el insensato que se aferra

al mágico sonido de su nombre; (Detrás del nombre hay lo que no se nombra, en “Una Brújula“, de El otro el mismo)

pienso con esperanza en aquel hombre

que no sabrá quien fui sobre la tierra.

Bajo el indiferente azul del cielo,

esta meditación es un consuelo. (Pero me consuelo pensandoQue lo imaginado y lo pasado ya son lo mismo, de “El guardián de los libros“, en Elogio de la sombra)

19/8/07

UN CANDOROSO EPÍLOGO PARA EL CASO ABAD

Hace algunos meses EL PELLIZCO publicó unas crónicas bajo el título “La invención del autor”. El tema era la espuria factura de un verso de Borges que daba título a una celebrada novela de Abad y la testarudez de este último, quien se negaba a confirmar la impostura que inventó el soneto, cuyo primer verso sería después un cuestionado título. Este caso, por sí mismo ya es borgesiano, pues el autor de la novela y los émulos del escritor argentino decidieron pactar un silencio cómplice regido por un ‘sólido’ argumento: tal como Pierre Menard escribe el Quijote, Alvarado y Ospina escribieron los sonetos de Borges. (¡Bravo!…clap, clap, clap)
Las crónicas estaban dedicadas a este curioso ejercicio de imitación, a las versiones contradictorias de Abad sobre el origen del verso y a la tozudez de la intelligentsia criolla que le dio la espalda al asunto. No se trataba de cuestionar la versión del origen de este verso tal como aparece en la novela, Héctor padre creía que el soneto era de Borges, sino de preguntarle a Héctor hijo por qué se había tomado veinte años y la publicación de una novela para preguntarse en un preocupante estado, de ansiosa inquietud y clamorosa sospecha, si el tal soneto era o no de Borges.
En la reciente edición del semanario para el que escribe Abad se publica un artículo que sirve de candoroso epílogo a la conveniente terquedad del escritor. El argumento principal con grabaciones de radio y revistas de coleccionista bajo el brazo es: Si Hector padre creía que el soneto era de Borges, Hector hijo veinte años después, con una carrera literaria a cuestas, también puede creerlo y hacer que sus lectores lo crean, y está en todo su derecho.
Quedaron atrás aquellos artículos en que se negaba a aceptar que el tal soneto no era de Borges sirviéndose de los argumentos de unas señoras, muy leídas, con las que solía tomar el té en una terraza del parque Lleras:

“Como yo llevo meses tratando de averiguar si es de Borges un poema que parece que no es de Borges, tengo una amiga, María Ospina, que me asegura que lo es, porque encontró el siguiente verso en Los conjurados, el último libro del argentino: "Ya somos el pasado que seremos".” Semana (03/24/2007)

Como no podía ser de otro modo Abad le dedica un párrafo a las crónicas del PELLIZCO que parece leyó alguna vez:

“Yo declaré mi estupor ante esta historia, que parecía inventada por el escritor argentino, y terminaba mi artículo pidiéndoles ayuda a los especialistas en Borges. A algunos de los más importantes les escribí. Me trataron con una displicente cortesía. Daniel Balderston, de la Universidad de Iowa, sentenció: "No es de Borges. Es una buena imitación de Harold Alvarado con la colaboración de William Ospina". Esta respuesta fue tan celebrada que hasta un blogger colombiano le puso "risas enlatadas en el fondo".

En este párrafo parece que fue Abad el que escribió al Borges Center de la Universidad de Iowa para consultar a un especialista ¿Para qué iba a hacerlo si ya sabía la respuesta?. Lo siento Héctor fuimos nosotros los que escribimos, aunque usted se toma el trabajo de traducir parte del mail publicado en el PELLIZCO. También nosotros pusimos ‘las risas enlatadas al fondo’ y no ‘en el fondo’ porque este lío del soneto de Borges no da más que risa.
Resulta gracioso que los sonetos pertenezcan a una edición que nadie conocía, hasta que Alvarado recordó, no se sabe bajo el efecto de que sustancia, el nombre de un editor-autor desconocido. Todo gracias a los oficios de la Señora Ospina que conoce una edición igual de desconocida de ‘los conjurados’ en la que hay un versito que tiene cierto parecido con el título de la novela ¿Qué tienen que ver estas dos ‘ediciones’? Abad no aclara si son la misma y tampoco cuál contiene los sonetos.
Esto aun deja sin explicación el por qué Alvarado y Ospina asumen la autoría de los sonetos en la revista Variaciones (2006), y Alvarado hace lo mismo en Número (1993, editado de nuevo en 2007). El caso es que alguno de ellos -o todos incluyendo Héctor- conocía al autor de los sonetos y la supuesta edición en la que aparecen ¿Por qué han tardado tanto tiempo en decirlo? Da grima pensar que hablamos de una imitación -título de novela- de la imitación -cinco sonetos de Borges- de una incierta imitación -editada en Mendoza- en la que nadie admite quien imitó al imitador o quien se trago toda la historia del 'original' de Borges, sin rechistar. Si todo este enredo es cierto y le creemos a Héctor habría que asumir que estos sonetos ‘auténticos’ escaparon durante más veinte años al celo con el que Maria Kodama -y sus abogados- manejan los derechos del escritor argentino. Los héroes de la historia son los editores-autores, muy pero que muy desconocidos, y las revistas o periódicos -con fecha por confirmar- que publicaron aquellos sonetos con el nombre de Borges.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...