25/8/06

SIN TÍTULO



Busquemos un título para la historia reciente: circulo vicioso, mismo argumento-misma trama, deja vu interminable. Los libros más leídos de no ficción repiten con distintos personajes y en épocas dispares un asunto común, la regresión nacional a los protagonistas y hechos de siempre. Un ingenioso periodista, confidente o escritor de costumbres revela un secreto a gritos. Las relaciones íntimas, de mutuo sostenimiento y ganancia reciproca, que tiene un agente-grupo político con una nueva ola de empresarios que administran contrabandos, tráficos diversos y bandas armadas. En la red que estos poderes tejen en la sociedad caen las mismas reinitas-actrices y modelos-cantantes, los infaltables futbolistas, una que otra pitonisa, y no puede faltar el que va a fugarse con su costal de verdades a una editorial cualquiera. El grupo humano más perjudicado que pone toda la carne y llena las fosas de incógnitos soldados de ejércitos igual de anónimos es la infeliz-eufórica juventud, casi niñez, que vive bajo el índice de supervivencia: los pelaos que no duran nada.
En este asunto común sin título posible no cabe la oposición política a un nombre que empiece por U, G, S, Bt o Bc, porque la historia que nos cuenta el lúcido periodismo de investigación tiene las mismas mansiones reconstruidas una y otra vez, armas compradas en un almacén multinacional efervescente, discotecas cerradas para los placeres más obsesivos, haciendas-horizonte llenas de vacas gordas, y las sorpresas de toda la vida. Aquel sujeto tan carismático e inteligente sabía que ya le iba a tocar, un día salió a la calle y le tocó. Veinte años después el único detenido tuvo algún contratiempo en la gallera de la vida y perdió toda su apuesta, del gallo no se sabe nada.
Los nombres sustituibles de esta historia repetitiva celebran cámara ardiente en sus funerales y son designados padres de la democracia local. Todos van de negro riguroso a consolar a la familia que se ha adelantado a los acontecimientos, el nieto es gobernador, el sobrino embajador y la nómina continua con el mismo apellido y las mismas virtudes del finado. En los periódicos y semanarios basta con leer a los finos informantes que redactan al pie de la letra una declaración escrita en el salón donde fulano conoció a mengano mientras zutano le insistía ‘es tan buena gente que el corazón no le cabe en su cartera de inversiones’. Alguien lo publica y así nace al otro día la novedad, el escándalo, la moción de censura y el telón sube para que los protagonistas deliren.
Los ciclos de estas sucesivas patrañas son difíciles de distinguir porque los protagonistas toman el relevo con rapidez y los grupos se van devorando los unos a los otros con gula exagerada. Lo cierto es que las mascaras parecen representar otros sueños, unas ideas derechas o centrales, el culo de aquella pibita es más redondo. Ciertos inmortales -sólo puede quedar uno- que han visto la sucesión de estos ciclos, y confían en su repetición, van a las ferias de los pueblos o a los festivales de folklore a disfrutar del costumbrismo para liberarse del peso de la opinión.
En la calle alguien piensa en esperanzas, en oposiciones, en males eternos creados por enemigos indeseables, mientras las noticias de la guerra, los secretos del capo o la letanía de los abandonados en combate resurge en titulares. Los reportajes de noventa segundos que parecen contraer toda la historia.
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