4/12/10

Wikileaks…¿Una película de los 90a?

“WikiLeaks is designed to make capitalism more free and ethical”

J. Assange

Es frecuente escuchar aquello de “acabamos pareciéndonos a lo que leemos”. Louis Aragon decía que para los lectores de novelas, y quizá para sus inventores, las cosas pasan en la realidad como en las novelas, aunque son las novelas las que imitan a la realidad.

Esta paradoja describe el modo en que la circulación ilimitada de “narraciones” acaba por sustituir a lo real. En Internet las cosas suceden como un reflejo digital de lo que pasa en el mundo analógico. Sin embargo, para los usuarios empiezan a pasar cosas en Internet que sólo ocurrían en ese mundo analógico. Grandes comunidades asumen que lo que puede ocurrir sólo sucederá en Internet. La compleja narrativa digital, compuesta de textos, imágenes, videos, música, animaciones, presentaciones p.p., blogs, redes sociales, juegos, simulaciones HD, intenta sustituir a la realidad como un gran metagénero literario.

Durante los años noventa, en el lejano siglo pasado, el cine intentó enseñarnos el modo en que el metagénero digital monopolizaría nuestra experiencia del mundo. En "Matrix" la realidad que conocemos es llamada “desierto” y una programación madre, insertada en millones de mentes, produce energía a partir de los sueños de los seres humanos, lo que mantiene un oscuro mundo de “máquinas”. Hasta que aparece una primitiva conciencia religiosa y la movida se desordena.

Los extremos apocalípticos y paranoicos de la metanarrativa digital se retrataron en argumentos más simples. Por ejemplo, en “The Net” una analista de sistemas recibe el backup de un virus, remitido por unos anarquistas, capaz de manipular los contenidos de la red. Sin saberlo sufre los efectos del virus, su identidad es sustituida por una réplica digital que la involucra en la persecución, real y virtual, de los poderosos inventores de ese gran depredador de información.

II

La lista de aburridas películas que caen en los mismos tópicos digitales y tecnológicos continúa hasta que nos encontramos con Wikileaks. Este es un guión poco predecible, aunque su argumento se parece al de una película noventera: hackers de extraños peinados, persecución, revelación de secretos, grandes periódicos, información por un tubo, programación y encriptación de contenidos, trampas de los servicios secretos. A la pregunta “¿Comó estás?” un wikileak responde: “under attack”.

Se trata de un supuesto grupo multinacional de exhackers, medio anarquistas, ahora convertidos en asesores de seguridad, programadores y militantes de organizaciones humanitarias, que decidieron aprovechar la neutralidad de la red para defender el libre acceso a la información. Según su portavoz ellos no recaban información tan sólo la editan en su perseguida página web. En la mayoría de los casos se trata de insiders que envían toneladas de lo “que no debe saber nadie”, en nombre de la transparencia del capitalismo occidental y de las instituciones gubernamentales del primer mundo. Este material pasa, reza el guión, por un proceso de verificación…¿?

Estas grandes cantidades de narrativa digital -“filtrada”- revelan según los analistas las claves de nuestra “historia reciente”, son el comienzo de un “nuevo periodismo” y por eso el mundo ya “no será el mismo”. Sin embrago, la filtración es lo único que ha pasado en internet, porque lo sucedido es una mera imitación de hechos que para el Imperio y la alianza continental jamás han ocurrido. El escándalo diplomático, los asesinatos y las tortura de civiles sólo han pasado en una página web, en los periódicos que subcontratan las filtraciones, entre los fans de las redes sociales o en la -mitológica- batalla digital entre el bien y el mal.

El hecho que sólo contemos con materiales de un metagénero digital, multiplicado por periódicos -que mejoran su crítica situación con el asunto- y cientos de páginas web, comentarios en redes sociales…etc., deja un absurdo aliento a “pataleo” y meganegocio, porque ninguno de estos materiales tiene un efecto que no sea digital, no pasa nada más allá de Google. No hay un sostén jurídico o gubernamental que registre estos contenidos y busque a los responsables de los hechos que se describen en ellos. Al contrario, se exhibe con altivez una gran mordaza impuesta a esa parte del mundo -impávida, hambrienta, enfermiza, contaminada y explotada- que jamás sabrá quienes son los fashion-wikis que hoy inundan el mercado del periodismo global en Internet.

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