I
Nuestra campaña electoral es una
feroz cacería del adversario. Cada uno busca el contrincante ideal para
disfrazarlo de paranoia y delirios con el único fin de lincharlo a golpe de
twitts, whatsapps, comentarios en periódicos, o estampar una mueca de venganza
en el respectivo muro de su íntimo Fake-book.
II
La explosión de memes es al mismo
tiempo una implosión del alma. Esa pirotecnia de imágenes en las que unos se ríen
de los otros, o aquellos se cagan en todo lo que se mueve en la cabeza de los
demás, entretiene a una población que desperdicia a diario -en promedio- unas
cuatro horas de su vida en el transporte público. Tenemos rabia y la mejor
manera de expresarlo es polarizando esas mentes de transeúnte frustrado:
inventando demonios, profetizando armagedones, alimentando bestias alucinadas
que se comen nuestro trabajo, saquean los mercados, o que ocultan una perversa
ideología que ha muerto y que no existe en lugar alguno.
III
La política, y no es nada nuevo,
es un juego de sublimación de sentimientos torpes y oscuros. En nada se parece
a los análisis de expertos sobre un programa político que nadie lee y que
ningún candidato llegará a ejecutar en alguno de sus más ínfimos propósitos.
IV
Tanto lasillvacia como
razonpublica nos premian con un profundo, pero inútil, racionalismo que intenta
proyectarse sobre los tecnicismos de la administración pública que hace tiempo -y
no es privilegio de nuestra boba nación- esta ahogada por intereses prestablecidos,
carruseles de favores recíprocos, pizzas y mermeladas de los todos los sabores.
V
En Colombia hay mermelada de paz,
de balas, de coca, de explotación de los más débiles, de cerebros desnutridos o
mal alimentados, por los dos o tres lobbies empresariales que contratan con la
Casa de Nariño y que distraen a la población usando el alfabeto -W, RCN-, la breve
condición de nuestra rutina -el tiempo, semana-, o la pasividad lucrativa del
horror -el capo, Querido Pablo, Sin tetas, Castaño-.
VI
Enfrentar la realidad política no
significa airear aquel chauvinismo quejumbroso que nos crucifica como
demócratas inútiles, pacifistas abandonados, o simples colombianos abocados a
una suerte cruenta: caer en los tentáculos de un administrador selectivo de la
violencia, el miedo, y la venganza.
V
Es tiempo de comprender la
pobreza de nuestras esperanzas, la ruina de nuestros escombros, el olvido de
nuestros más queridos enemigos. Es hora de reclamar aquello que ha sido nuestro
y que nadie ha podido arrebatarnos: la felicidad.
VI
Nadie cree, solo quienes lo han
vivido, que alguna vez existió una “Bogotá Humana”. Claro, para darse cuenta,
había que vivir en la 60 sur con 120 bis: un colegio de las artes en el que niños y niñas, de los 12 a
los 16 años, bailaban, escenificaban, editaban cortos, leían poemas todas las
tardes. También recibían un “algo” y con eso seguían hasta el atardecer de la
“Bogotá Humana”. Hubo miles de estos colegios esparcidos por toda la ciudad y
nunca fueron visitados por alguno de nuestros intrépidos periodistas, iconos
insufribles de la verdad a medias, la mentira en dosis nocturnas, la tontería
en cucharadas mañaneras.
VII
La “Bogotá Humana” existió por
encima de las administraciones de los partidos tradicionales. Sin duda, fue
mejor que la de Pastrana (todo un borrico-delfín podrido de apellido), las de
Castro o Dussan, y que decir de las de Peñalosa. No superó al Prof. Mockus que
comió muy callado cuando Santos le robó las elecciones. De premio, se ganó un
documental presentado en la LSE. La gloria para un matemático de mentalidad
liberal entregado de brazos y piernas al utilitarismo.
VIII
Los asesores de Trump se dieron
cuenta que cuando pronunciaba la palabra WALL, la gente despertaba en los
mítines, dejaba de aburrirse y hablar, para arengar al candidato. Donald se dio
cuenta mucho antes y recurría a la palabra WALL para despertar a la gente. Los
politólogos llaman a esto “ascenso del populismo”, sin embargo, es algo más
simple: hay alguien capaz de enunciar lo que a las masas les pasa por la cabeza
y no tiene la más mínima vergüenza en hacerlo. Por eso Trump fue el candidato
perfecto. Igual que Berlusconi que mientras recibía unos regalos en un
homenaje, durante la campaña, de las manos de una joven le dijo: “Te prefiero a
ti”. A esto le respondió el político local y anfitrión: “Es mi hija…tiene muy
buen gusto, cavaliere”.
IX
Hay alguien que no tiene miedo a
decir burradas, ese es el candidato populista, y el que más votos se lleva. En
cambio, el inocente Fajardo, que gobernó bajo un pacto de no agresión con don
Berna, cree que puede cosechar algo similar con los señores de la guerra del
pacífico o del Urabá, pero no es suficiente la limpieza, la claridad, la
bondad. En política gana el que se atreve, el que lucha, el que se enfrenta, y
denuncia con exabruptos.
X
Recuerdo a Bill Maher, el cómico
demócrata, y quizá más a la izquierda, de la HBO, quejarse de Hillary: ¿Qué
hemos hecho? Nuestro candidato era Bernie Sanders, un sujeto capaz de plantarle
cara a Trump. Nos pasa un poco lo mismo, Fajardo está bien, De la Calle fue el
negociador, pero Petro es el único que le ha dicho unas cuantas verdades al
“populismo” del CD. Le reprochan su personalidad -o sus desaciertos- como si Duque
comiera de la mano de las hermanitas de la caridad.
Nota: