3/5/10

EL JUEGO SUCIO

"Los antiguos sentían amor por el bien público; nosotros, amor por la notoriedad. Esto es lo que en nuestros hombres públicos ha venido a reemplazar la virtud; pero se cuidan
mucho de quitar la escalera tras ellos (...) Es tan dulce ser el único famoso, repantigarse en una tribuna sin competidores y poder decir: ¡Mírame, pueblo, qué perorata!"
El arte de medrar, Maurice Joly

Una campaña política no pretende mostrar las virtudes de un candidato a menos que estas le reporten algún tipo de resonancia pública, por eso el que gana en las elecciones no es el más competente si no el más reconocido. La carrera electoral no es más que el agregado de estrategias que buscan modificar la percepción que tienen los electores de sus candidatos, sin importar quiénes son o a qué intereses sirven. El día de las elecciones será la fama la que recoja los votos ganadores. Esto hace que las campañas estén centradas en el desprestigio de la figura pública del oponente y no en los debates, lo importante no es proponer sino parecer, lo que vota es la percepción que tienen los electores de los candidatos y no lo que ellos entiendan de sus proyectos.
La política es un juego de sugestión que apela al ansia de reconocimiento individual en un personaje público, podría decirse que las personas votan a un candidato que se les parece. Cada uno ambiciona, en secreto, elegirse a sí mismo. Lo aplicó Bush jr. cuando usó el discurso apocalíptico/conservador de los pastores evangélicos al que sumó el poderío del club del rifle y la agresividad del lobby petrolero. Algunos todavía creen que Bush fue un buen presidente, porque en política un sujeto que gasta miles de millones en una guerra es mejor gobernante que otro capaz de construir hospitales y dar cobertura sanitaria a quien no la puede pagar. En este caso la imagen del primero es fuerte y decidida, el segundo es un blando. Ningún gobernante debe padecer el vicio de la misericordia.
En la política local ocurre otro tanto. Buen gobernante es aquel que invierte el dinero público de la educación y la salud en un programa de espionaje en contra de la oposición, las Cortes y los medios que no le apoyaban; un plan para el incremento selectivo de la paranoia nacional. Un mal candidato, en cambio, es aquel que pretende reeducar a la sociedad en el respeto a la legalidad y se propone invertir en ciencia y tecnología. El primero es fuerte y agresivo, el segundo un pensador dubitativo, cuyas planteamientos no salen de la fantasía académica. Ningún candidato gana las elecciones, porque va a construir más colegios o va a educar a los ciudadanos: políticas de perdedores.
Existe un gremio de "inventores de fama" para ciertos personajes públicos, un prestigio robado a la fuerza del descredito ajeno y la marrullería publicitaria. El primero de ellos, con memorias publicadas y tal, es "el señor de las tinieblas" Karl Rove; el gordo de la viñeta que preside el comité de bestias. Él inventó para Bush un eficiente sistema de lanzamiento de mierda que afectaba a cualquiera que compitiera con Jr., por eso el vaquero beodo llego a gobernador y repitió en la casa blanca. En la carrera por la nominación republicana Rove contrato un tele-servicio para que en todos los hogares recibieran una llamada en la que se decía: ‘McCain -contrincante de Bush- tiene un hijo negro’, ya sabemos el resultado. El mismo Rove fue el que filtró las fotos de Obama con turbante, otras con barba a lo talibán y con el emblema ¿Osama-Obama?; aún se siente orgulloso de las técnicas de interrogatorio aplicadas en Guantánamo.
No es difícil adivinar junto a que asesores y en que clima político se formó el tal J.J., consultor de Uribe, partidario de la segunda reelección por conveniencia profesional y ahora el cerebro detrás del maquillaje de Santos. Este flamante onto-psicólogo (sic) sigue los métodos de Joe Napolitan, asesor de Kennedy y creador del marketing político: un candidato es un producto como cualquier otro y para venderse debe invertir en sí mismo, una de sus máximas era “Jamás he visto perder a un candidato que tiene mucho dinero”. Si las elecciones pueden comprarse con una costosa campaña, ya sabemos quién gasta más de la cuenta y en qué lo “invierte”.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...