25/5/10

EL GRAN HUEVO



En la política norteamericana es frecuente que, en el momento más crítico de la campaña, los periódicos publiquen un editorial en el que declaran su preferencia por algún candidato. En las pasadas elecciones Obama recibió el apoyo de más de 200 diarios. Los especialistas en este fenómeno dicen que el efecto de la recomendación oscila entre 1.5 y 5 puntos, respecto a la estimación de voto que el candidato tenía antes de la divulgación del editorial.
Las motivaciones y los discretos efectos de esta práctica, llamada “endorsement”, cambian según el grupo de lectores al que se dirige el periódico, la ideología de la redacción o los intereses comerciales de los propietarios del diario. Durante los últimos 50 años la tendencia de los editoriales ha cambiado del simple “vote al partido…” por extensos comentarios que explican las razones por las que el periódico adhiere a una candidatura.
El domingo pasado El Tiempo se palmeó un endorsement a favor de uno de sus hijos, también propietario y con suerte antiguo ‘reportero’. En este editorial se mezcla la ideología de la redacción y los intereses de los propietarios en la expansión de sus negocios, así como el vínculo con el actual vicepresidente, otro de sus hijos-propietario-reportero. Los argumentos del editorial -nacidos de un profundo deber patriótico- oscilan entre el simple “vote a la U” hasta el detallado recuento del CV del candidato. A lo que se suma un agudísimo diagnóstico de la situación nacional con una receta para la enfermedad, las gracias que adornan al hijo-propietario-candidato: preparación, continuidad y gobernabilidad.
Al día siguiente una voz radial, otro probable Uribe, contó una fabula de granja, a manera de endorsement, en la que decía que para obtener pollos de unos huevos no se puede cambiar a la gallina. Los huevos decía son tres: inversión (que no reporta ingresos fiscales), seguridad (inexistente en las ciudades) y política social (léase familias en acción). Si a estos tres huevos se les suman los tres del editorial del domingo obtenemos un incremento en la producción avícola, una tortilla o una estruendosa güevonada.
Mientras las recomendaciones, a la misma gallina-candidato, atraviesan la granja el resto de los animales se rascan, duermen o miran hacia otro lado. Unos se dedican a criticar que Un pasquín se adelantara al endorsement del Tiempo e hiciera lo suyo por Mockus. Otros (semana, el espectador y los demás) le guiñan el ojo a todas las gallinas que pueden, aunque prefieren a la güevona, no se vaya revolucionar la granja y un cerdo pise los huevitos.
Los que cuidan de los huevos y guiñan el ojo a todas las gallinas, por si acaso, nos distraen de una cruda verdad: el gran huevo. A pesar de las elecciones de marzo, todavía el 30% del congreso está cuestionado por sus vínculos con grupos ilegales y la votación a este tipo de políticos sólo bajo 195 mil votos (sacaron casi 2 millones). A este huevo de avestruz, más conocido como gobernabilidad, ya le ha saltado una gallinita -de Harvard- para empollarlo junto a un editorial calentito, marca de la granja.
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