4/2/10

TOGAS PARA EL CAUDILLO


Las discusiones académicas solo le interesan a los académicos y en contadas ocasiones veremos a un político involucrarse en ellas, a menos que estas le reporten algún tipo de beneficio. Fue este el caso de la discusión Uribe vs. Rector-decana-profesores, de la última noche, en la que los trucos de salón del político se impusieron con facilidad a la candidez con la que a veces se acompaña la intelligentsia universitaria. Nuestra clase académica es rigurosa en sus investigaciones y se arma de poderosas maquinarias argumentativas para demostrar sus hipótesis, aunque en el caso de la disciplina llamada “política” aquel concienzudo aparataje suele rebotar con la mordaz parsimonia de un evanescente contraejemplo: la personalidad pública, la mayoría de las veces en fuga constante de los irreprochables motivos del poder, cuyo rastro está plagado de tretas y salvables ambigüedades. Aún falta una transcripción completa del ingenuo debate en el que los académicos se dejaron llevar por la senda de las cuestiones que el político esperaba responder y para las que llevaba por lo menos unas cinco respuestas, discriminadas según el momento, la audiencia y el tono del contradictor.
Se escucharon analogías desafortunadas por bíblicas, argumentos un poco al grito, interrupciones al acorralado mandatario que desvelaban falta de autocontrol por parte de los educados contradictores y hasta un besamanos con genuflexión que sorprendió al mismo sujeto de todo aquel debate, y claro está, los oportunos silbidos del público que con sus ¡¡¡uuhhh!!! y sus ¡¡¡oohhhh!!! expresaban una amplia conmiseración, en deferencia a sus admirados profes. En resumen, hasta Turbay hubiera podido escapar ileso de esta inofensiva encerrona. Para que en este tipo de circo universitario-propagandístico el político no se lleve las palmas por la defensa de su "buen gobierno" y el académico pueda experimentar la indiscutible veracidad de sus aserciones por el silencio culpable del invitado, aquí va un pequeño decálogo para no rasgarse la Toga al final del “conversatorio“:

1. El político no se rige por la ley de no contradicción, no formula argumentos por reducción al absurdo y es factible que jamás admita como cierto lo que ha dicho cinco minutos antes.
2. Intente olvidar cualquier argumento que contenga la palabra ‘moral’, ya que el político se tiene a sí mismo por la encarnación del tipo de atributos que implican esa conocida expresión. La única prueba útil son las del tipo “vestido de la Lewinsky”. Fotos y videos están descartados por “montajes” o el recurrido “jamás estuve ahí”.
3. No mencione a sus aliados políticos, porque ellos son muy “leales” o “sólo dios sabe lo que hacen”.
4. Jamás interrumpa de manera exultante a un mandatario sospechoso de conductas antidemocráticas, porque él se pondrá como ejemplo-víctima de la misma conducta.
5. Sólo invite a los políticos a la universidad si se trata de conferencias, con preguntas del público bien preparadas e inocuas, a comidas y desayunos que incluyan condecoración o alguna toga doctoral. En esos momentos son personas muy simpáticas. Siga el ejemplo de Ortega en Nicaragua:

6. Se ruega, y esto es muy importante, leer y releer “El principe“, tres veces, 24 horas antes del debate. Si le resulta más sencillo memorícelo.
7. Indispensable estudiar el lenguaje corporal, las muletillas y adagios que usa el político. Se trata de un combate de boxeo, estudie a su rival a conciencia.
8. Para que la anterior no se quede floja es necesario entrenar y duro, medir el uso de cada expresión para cerrar puertas a cualquier escape retórico del gobernante, use cifras no manipuladas y recuerde que las matemáticas son su talón de Aquiles. Al fin y al cabo la democracia es la tiranía de la estadística.
9. “El fin no justifica los medios” si los medios que deja entrar a la universidad son los más afines con el gobernante en cuestión. Olvídese de los medios, llévelos a una sala aparte y cree su propio documento de la jornada.
10. Si el político invitado es un dictador en potencia, que se va a postular por tercera vez a la presidencia después de reformar dos veces la constitución, no olvide que usted y su universidad están cometiendo una verdadera insensatez. No abuse del sentido común.
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