26/12/13

Diomedes “el artista” vs. Pitágoras “el asesino” (o la fe de ratas nacional)


He leído con verdadero interés los argumentos de la opinadora Catalina Ruiz-Navarro (http://www.elespectador.com/opinion/diomedes-columna-465983) a favor de la separación entre moral y estética. Sus pirotécnicas ideas buscan forzar una apología del Cacique de la Junta en la que no se juzgue el legado vallenato con la crónica roja. No se le ocurre otra manera de hacerlo que citar algunos ejemplos históricos equiparables al invaluable legado cultural que nos dejó la voz de aquel niño que cantaba el precio de la leche en el mercado. Nos propone la buena de Cata algunos casos en los que el descaro no perjudica la admiración: un médico vienes cuyos experimentos con la cocaína fueron repetidos por Huxley con el LSD o Sartre con la Mezcalina, un profesor alemán con resentimientos enfermizos que aprovechó su rectorado para patear algunos culos tan académicos como el suyo, o un endeudado compositor de óperas maratonianas que criticó, en el lejano siglo XIX, los experimentos con animales. 
Su más atrevido y rebuscado ejemplo es el de Pitágoras, quien poseído por una ira gélida de matemático -tipo el unabomber- fue capaz de asesinar a su discípulo Hipaso por chismoso. La reconocida editorialista, experta en el carnaval de Barranquilla, licenciada por las más prestigiosas universidades del altiplano en inverosímiles materias literarias que la mayoría de los ciudadanos ignoramos, podría por lo menos obsequiarnos una "fe de ratas", ya que el parangón entre el matemático y el folklorista tiene serios fallos históricos. Hipaso vivió por lo menos -aunque no se sabe con exactitud- un siglo después de Pitágoras, así que es imposible que él asesinara: 

(...) fríamente a su discípulo (...) por andar regando el chisme de que hay números irracionales (v2), dinamitando así la perfecta cosmogonía que proponía su maestro. 

La "leyenda" (porque no es otra cosa) dice que Hipaso fue arrojado al mar por rivalidades entre los "pitagóricos" y no por propagar un "chisme".  Aquel matemático divulgó una demostración acerca de cómo se construye una esfera con doce pentágonos (o dodecaedro), lo que es algo menos que un “chisme”, pues se trata de una compleja demostración en la que se usan magnitudes inconmensurables o números irracionales (nada tienen que ver con el símbolo v2). Los "pitágoricos" fueron reconocidos en la antigüedad como "científicos" y "estudiosos de la naturaleza", una denominación tardía inventada por Jámblico para llamar al grupo que preservó el legado de la música de las esferas. Sin embargo, este grupo no era homogéneo y el mismo Aristóteles citó la diferencia que existía entre "matemáticos" (literalmente “quienes aprenden” el porqué de las cosas) y "acusmáticos" (quienes conocen por los hechos). Estas dos facciones no se reconocían como los verdaderos sucesores del maestro, el mismo Hipaso decía que los "matemáticos" eran los herederos de la pragmateia pitagórica basada en la demostración y el aprendizaje de los primeros principios: los números. Así que el término "cosmogonía" (el orden natural explicado por los dioses) sobra en el artículo, porque los pitagóricos no defendían nada semejante, aunque si una cosmología (el orden natural según principios) basada en la naturaleza trascendente del número y su representación geométrica, astronómica o musical. 
II
El recurso a la supuesta “veracidad” de los personajes históricos, con el propósito de condimentar un par de opiniones generales, hace que el “artista del pueblo” acabe por sustituir al matemático de “sangre fría”. Por detrás de él en fila india siguen el vienes, el músico y el filósofo. Sin mediar palabra estos se convierten en los criterios para dirimir un asunto tan regional y anodino que la presencia de la historia es una horma demasiado estrecha para las conclusiones “políticamente correctas”. Los artistas del pueblo por más “inmorales” que sean siguen siendo, cogidos con guantes quirúrgicos, patrimonio cultural de la nación. Así la causa de la santidad cultural queda dirimida y nos es posible saber que los desórdenes de conducta -gracias a la casuística azarosa del pasado- pueden separarse de los juicios estéticos, a pesar de que nuestro honorable grupo de personajes históricos no reclamen ningún tipo de juicio ¿Podrán nuestros prosistas y opinadores dejar en paz la historia e interpretar los hechos de nuestro folklore regional como lo que son, más allá de intentar convertirlos en la “medida” de la historia universal? ¿Dejaremos algún día de pensar que Escobar no se puede comparar con Hitler o que Diomedes no tiene nada que ver con Pitágoras?
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...