1/8/06

!VIVAN LAS VEGAS¡



La guerra del opio entre China e Inglaterra no fue sólo un conflicto colonial, sino la batalla por el monopolio de la producción y distribución de un rentable ‘paraíso artificial’. Las fuerzas imperiales contra los ejércitos del hijo del sol protagonizaron una narcoguerra respaldada por poderes nacionales legítimos. Los británicos en aquellos primeros años del siglo XX ya tenían una larga experiencia ‘global’ en el diseño de fructíferos conflictos en los que la búsqueda de ganancias ilegítimas era el trofeo de los leales súbditos de la corona. Los ingleses financiaron y autorizaron la creación de ligas criminales que asolaron el Caribe, el Pacifico sur y el Indico. Aquellos bucaneros, filibusteros o piratas usurpaban las valiosas materias primas coloniales, el oro, el azúcar y el tabaco, y dominaban con sendos tributos las rutas de distribución del té y de los esclavos. La inmoral corona inglesa ha sido la mafia más grande y poderosa de la que haya tenido conocimiento la historia moderna. Las ganancias de este Imperio son incalculables, quizá por ello la libra esterlina es la moneda más fuerte y la economía de la pinche isla una de las más prosperas del planeta. Por supuesto, su pasado mafioso y criminal ha sido tapado por rancios y aburridos académicos que no han pisado un nao filibustero ni han empuñado jamás una espada, pero como la pluma es siempre más fuerte, se han encargado de crear la leyenda de una Inglaterra moral y civilizada, aunque la historia ha sido testigo de los crímenes de esta mafia imperial cuyo breve territorio posee una riqueza sin par.
Siguiendo el ejemplo de esta mala madre, no por puta menos cabrona, los norteamericanos inventaron el modelo de la libre iniciativa criminal. Antes de la gran depresión los rascacielos de NY, y de muchas ciudades, fueron construidos con el cemento que un grupo de empresarios en la sombra obligaba a comprar en exclusividad al gobierno y a los contratistas. Una vez hechas las ciudades controlaron los servicios públicos como el transporte, las basuras, los bomberos, la policía. Scorsesse con ‘Gangs de NY’ dictó una lección magistral de la forma en que los grupos de presión criminal ayudaron a crear la sociedad más libre y democrática del planeta. No en vano los ‘Sopranno’ son una familia con negocios muy legales controlados con métodos ilegítimos que a veces coquetea con cosillas menores del bajo mundo. La escena del padrino en que el obispo de NY bendice a Corleone y le otorga la absolución papal es algo más que una licencia creativa del guión. A Norteamérica le ha costado mucho reconocer que su ‘libertad’ es ante todo la libertad de la libre empresa del crimen, como la ciudad fundada por bugsy, si señor ‘vivan las Vegas’, este visionario del ocio creó un parque temático lleno de putas, casinos y alcohol, todo lo que una incorruptible sociedad democrática debe brindar a sus ciudadanos. Uno de los pasatiempos de la ‘National Geographic’ y de ‘Discovery’ es la historia de la mafia, así que junto al documental de la gacela que huye del león puede verse otro en que un exfuncionario de alguna famiglia, en sereno retiro, cuenta como asistió durante décadas a unas alegres reuniones, regadas con buen chianti, en las que se decidía la elección de senadores, gobernadores o alcaldes y como no, en las que también se escuchaban los tarareos y los chistes verdes de Sinatra cuando se le subían los qiwis.
Por eso cuando una diva facilona se marca el epitafio nacional para una historia secreta de la que todos hemos sido testigos me quedo con el estribillo:
No tengo la culpa mi amor de que el mundo sea tan feo
No tengo la culpa mi amor de tanto cachondeo…
LO FI

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vale... viva el retorno del Lo Fi a los senderos del pellizco, y vivan las infidencias de la doña virginita de mil amores...

SKR

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