27/4/07

EL PERRITO FEO

Hace algunos años trabajé en una ONG, o lo que es lo mismo, un mercado de las pulgas de los derechos humanos en el que se revende y especula con estos enunciados de ‘segunda mano’, muy vagos e inútiles. En ese lugar los inmigrantes y sus pesares son tratados como una mercancía, puesta a la venta dentro de unas graciosas vitrinas llamadas ‘proyectos sociales’. Con estos proyectos las instituciones maquilladoras de los ghetos y la discriminación-ligth, tapan con el vil metal la incomodidad de recibir a los no-invitados. De la plata sale una especie de botiquín de pañitos calientes contra el desarraigo y la soledad.

Un producto de los pañitos calientes fue el corto “El perrito feo”. El proyecto-maquillaje prometía hacer un video basado en un cuento escrito por un niño, pero la plata del proyecto se acabó no se sabe cómo y no se podía pagar una productora. El asunto no tenía mucha importancia porque ninguno de los proyectos de la ONG llegaba a realizarse en su totalidad, siempre quedaba algo pendiente, más de la mitad, algunas veces todo. En aquellos días aterricé en el botiquín aquel y la psicóloga que llevaba el proyecto me entregó los papeles del taller para que cosiera el pañito y calentara el agua.

A nadie le interesaba el tal video. El caso fue que debía dar cuentas, no se de qué, al auditor que contrataron las ‘maquilladoras’ para vigilar el uso de los ‘pañitos calientes’, así que tenía licencia para hacer algo y lo hicimos, aunque sólo era para salvar la honesta fachada de la ONG. El equipo fue el cámara Pato-Z, la contadora Eva María, la música de Pet (Somekong) y por último el susquehabla de tira cable. Cuando estuvo terminado y el costo no supero el 10% de lo que cobra una productora, el director de la ONG decidió guardarse bajo llave la cinta VHS del corto para que nadie le robara sus valiosas ideas, no se cuáles porque no puso ninguna y jamás supe si las tenía.

Poco después se llevó la cinta a su casa, temía a recientes y violentas oleadas de espionaje humanitario de las ONG’s competidoras. Lo que no sabía este mercader de las miserias ajenas es que teníamos varias copias digitales repartidas entre los miembros del equipo. Ahora lo cuelgo en la red para el disfrute público, a pesar de los escrúpulos del desprendido y generoso gestor de una ONG.

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