12/1/11

La indignación del ángel

“Cada mañana que llega nos informa las novedades que suceden en el mundo. Pero somos pobres sin embargo en historias que tengan interés. ¿A qué se debe esto? A que ya no llegan a nosotros acontecimientos que no vengan entremezclados con explicaciones. Dicho en otras palabras: casi nada de cuanto nos sucede beneficia a la narración; casi todo es informativo”, W. Benjamin,

I

El impacto cultural de un libro es el mismo de cualquier otra mercancía: el número de unidades vendidas. Algunos dicen que el libro de Hessel “¡Indignaos!” (Indignez-vous!) ha vendido, desde su lanzamiento en octubre, más de 900.000 ejemplares. Esto le convierte en un superventas (best-seller), a pesar del polémico título, la brevedad de sus páginas, el tono retórico de un manifiesto que incita a la rebeldía no-violenta, a la crítica de la indiferencia frente a la desigualdad, la exclusión social, la violencia, y el dominio infame de los mercados.

Los liberales ingleses y la derecha francesa han descalificado el texto de Hessel por panfletario y folletinesco, dicen que se trata de una narración pobre, carente de cifras y estudios técnicos que sostengan sus argumentos. La carencia de información que rebatir y la urgencia de un posicionamiento ético -el llamado a la responsabilidad individual- frente a la catástrofe humanitaria que vive nuestro mundo convierte a Indignez-vous! en un golpe de suerte comercial, en un producto cultural alineado junto a la crisis del modelo europeo y la búsqueda, un poco anticuada, de respuestas al compromiso social de los individuos.

A Hessel, un hombre de 93 años, miembro de la resistencia francesa, sobreviviente a un campo de concentración, coautor de la declaración de los derechos humanos, le basta con recordar su educación con Merleau-Ponty, señalar las consignas y las contradicciones de Sartre o describir una alegoría de la historia de Benjamin, para mostrarse como un agitador de conciencias, un ‘moralista de la resistencia’ que pretende exaltar una pasión política indispensable: la indignación.

Hessel nos dice “busca algo con que indignarte, seguro que lo encontrarás”. Para algunos la indignación es una emoción menor que no acrecienta la facultad crítica, ni los efectos colectivos de la iniciativa individual. Omitir la indignación como una pasión política que nos incita a la rebeldía, a la crítica de la injusticia, representa el clamoroso olvido de uno de lo epitafios más bellos e irónicos jamás escrito:

“Aquí reposa, el cuerpo de Jonathan Swift, Deán de la catedral, lugar donde la furiosa indignación (saeva indignatio) jamás volverá a herir su corazón. ¡Ve viajero! e imita, si puedes, a este audaz defensor de la libertad del hombre”

La pobreza y el sufrimiento de los irlandeses en manos de las políticas mercantiles de Inglaterra fue uno de los repetidos asuntos de la “furiosa indignación” de Swift ¿No son acaso, los irlandeses aquellos liliputienses que reducen al gigante y luego dependen de él para atacarse unos a los otros? La indignación fue el motor de las sátiras de Swift a las mezquindades humanas que sucumben con facilidad a la corrupción, la servidumbre y la ignorancia como si se tratara de criaturas faltas de racionalidad, asiduos dependientes de una posición social, de la riqueza o el poder ¿No son los refinados caballos de Houyhnhnms los perfectos señores de la débil naturaleza humana? Sin la indignación no tendríamos, ni Gulliver, ni yahoos.

II

La indignación es una pasión política fruto de la crítica a las transgresiones de la vida pública cometidas por gobernantes y corporaciones. Mirar hacia otro lado, justificar la transgresión del bien común en nombre de los intereses particulares es una práctica admitida en nuestra época y divulgada por los medios de comunicación adscritos a un partido, a un gobierno o a un conglomerado empresarial. Los periodistas son los decanos de la indiferencia, pastorean a la opinión pública para que se olvide de las consecuencias de los crímenes contra el bien público. Por definición, todo contenido informativo excluye la posibilidad de la indignación. Los acontecimientos se filtran, se acotan, de tal modo que recibimos el cubrimiento de una guerra o de una hambruna, como un espectáculo informativo en el que sobran los sentimientos. Es ilegítimo y “políticamente incorrecto” indignarse mientras se lee un periódico en Internet.

La mejor manera de potenciar la indiferencia es convertir la corrupción en un espectáculo. Este fin de semana hemos visto a Clooney y a Carter defendiendo la democracia en Sudan, las elecciones fueron vigiladas vía satélite decía el guapetón aquel. Nadie explica por qué en Sudán no hubo ningún organismo internacional que evitara las masacres, el desplazamiento forzado y el hambre. Sin embargo, cuando la gloriosa democracia con sus cajitas de voluntad colectiva y sus papelitos de elección ciudadana llegan a un lugar devastado por la guerra, al mundo sólo le interesa la glamurosa escolta que los acompaña ¡Esto me indigna!

¡Busquemos algo con que indignarnos, seguro que lo encontraremos!

III

Walter Benjamín, amigo del padre de Hessel, adquirió en los años veinte para su colección personal la acuarela Angelus Novus de Paul Klee. La interpretación alegórica de esta imagen es uno de los pasajes más citados Benjamin. El rostro del ángel muestra el espanto, y por qué no, también la indignación, ante el sentido catastrófico de la historia en el que se mezclan la angustia que constata los repetidos estragos del progreso y el inútil propósito de reparar la destrucción.

El indignado, o impotente, horror ante el sueño tecnológico del progreso global, sin límites, es el retrato del ángel que despierta, que retorna a la vigilia para contemplar cómo las limitadas condiciones ecológicas y humanas del planeta son atropelladas. Pero, este arrebato del ángel se ve lastrado por el mismo sueño de la destrucción que restringe la vigilia a un mero instante ¿Se trata del instante de la indignación? ¿Tendrá la indignación algo que ver con la irrupción de la conciencia religiosa en la historia de la transformación material -catastrófica- de la naturaleza alegorizada por Benjamin en el ángel de Klee?

Hessel no ofrece una respuesta, pero repite “busca algo con que indignarte, seguro lo encontraras”. Será esta la consigna que sugiere la posibilidad de un instante de vigilia en medio del sueño tecnológico que justifica las catástrofes del progreso que nos son transmitidas en el gran espectáculo multimediático-digital en el que vivimos. Quizá el consuelo esperanzado de los que buscan acrecentar la vigilia individual frente a la frustración global que obvia la destrucción sea parte de la histórica consigna con la que Hessel finaliza el libro:

“crear es resistir, resistir es crear”

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