Hace un año CODHES presentó un informe sobre el desplazamiento forzado. Entre 2001 y 2006 llegaron cada día a Bogotá 93 desplazados. Un año después un poco más de 93 de los tres millones de desplazados, que sufren el abandono estatal, quisieron ocupar el corazón de la social-high bogotana: la 93 norte. Hasta el alcalde fue a persuadirlos para que se fueran del lugar. La preocupación de las autoridades locales tenía que ver con las molestias a los vecinos: multinacionales, restaurantes, bares y algunas familias de abolengo.
Después de tanta marcha, y demás aspavientos patrióticos, abunda la falta de apoyo a un sector importante de las victimas del conflicto. Para que los desplazados se puedan pronunciar hace falta montar una red virtual, el cubrimiento de los medios de comunicación y un día de fiesta nacional, así como un conciertito que refuerce el marketing de la paz. Como los 93 de la 93 no tenían nada de eso fueron desplazados una vez más, esta vez de la calle. Antes les echaron a plomo de sus tierras ahora se sientan en una acera y producen incomodidad: se ve mal tanta miseria.
Aunque la nación es una masa unánime que rodea a su ‘libertador-caudillo’, el que intenta expulsar a bárbaros y primitivos aliado con otros más bárbaros y primitivos, el país aun debe superar un conflicto de fondo: pobres y ricos, desclasados y high-standing, pueblos nativos y globalización. La popularidad permite cualquier cosa como la reforma absurda de la justicia, el circo estatal de la nueva empresa de salud, mientras que nadie se pregunta por la inversión en infraestructura, educación y la protección a los 93 de la 93 que lo perdieron todo durante la ejecución de los planes militares que han arrasado el país. En este conflicto como en cualquier guerra apenas existen los costos sociales, solamente se cuentan las victorias y con cuidado se esconde la derrota humana que representan las víctimas de la tierra baldía.
Después de tanta marcha, y demás aspavientos patrióticos, abunda la falta de apoyo a un sector importante de las victimas del conflicto. Para que los desplazados se puedan pronunciar hace falta montar una red virtual, el cubrimiento de los medios de comunicación y un día de fiesta nacional, así como un conciertito que refuerce el marketing de la paz. Como los 93 de la 93 no tenían nada de eso fueron desplazados una vez más, esta vez de la calle. Antes les echaron a plomo de sus tierras ahora se sientan en una acera y producen incomodidad: se ve mal tanta miseria.
Aunque la nación es una masa unánime que rodea a su ‘libertador-caudillo’, el que intenta expulsar a bárbaros y primitivos aliado con otros más bárbaros y primitivos, el país aun debe superar un conflicto de fondo: pobres y ricos, desclasados y high-standing, pueblos nativos y globalización. La popularidad permite cualquier cosa como la reforma absurda de la justicia, el circo estatal de la nueva empresa de salud, mientras que nadie se pregunta por la inversión en infraestructura, educación y la protección a los 93 de la 93 que lo perdieron todo durante la ejecución de los planes militares que han arrasado el país. En este conflicto como en cualquier guerra apenas existen los costos sociales, solamente se cuentan las victorias y con cuidado se esconde la derrota humana que representan las víctimas de la tierra baldía.
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