11/8/08

EL MIEDO LÚCIDO Y EL AMOR POPULAR (cerebritos acorralados)


“…es mejor ser amado que temido o viceversa. Sería menester ser lo uno y lo otro; pero, como resulta difícil combinar ambas cosas, es más seguro ser temido que amado cuando hay que renunciar a una de las dos.”
Maquiavelo

La estima que la opinión pública le dedica al inquilino de palacio puede ser una invención, un espejismo, pero en estos días de aciagas realidades virtuales hasta “las mentes más brillantes del país” confiesan que temen a ese equivocado cariño del vulgo que se sienta a la mesa de una manera impertinente y bochornosa; les obliga a callar. Los pasivos y acomodados académicos vivieron tranquilos con las masacres de los años 50 y 80, con los asesinatos políticos de principios de los 90, aceptando a la ligera la popularidad irrefrenable de Fujimori o dejando a un lado, por anecdóticas, las alabanzas de Laureano Gómez a Goebbles. Ayer leí aquella crónica de agravios en la que unos “intelectos privilegiados” se quejaban por el aislamiento que la masa patriotera les endilga. Sus vidas y opiniones, muy privadas, se ven coartadas por la unanimidad ante el caudillo, por el lameculeo de los medios y por ese clima de insano entusiasmo alrededor de una mentira que luce con estilo los trajes de la verdad.
La crónica de Semana lamentaba cerca del punto final semejante patetismo, tanto, que sólo pudo finalizar con un lacónico: si hay democracia cualquiera puede opinar. Y en esas los dejaron, por un lado a los discursos éticos, de Hoyos, acerca de una racionalidad deliberativa y discursiva paralizada ante los embates del engaño público; y por el otro a los estudios matemáticos de Isaza acerca de un conflicto sin variables recursivas, ni resultados deducibles de un par de premisas. El aislamiento de la razón deliberativa y de las formalizaciones matemáticas no se debe a la popularidad de un caudillo, se trata de un país ahogado en la miseria por décadas, educado por un par de reinitas, un pueblo aprendiz de soldado universal con accesos ilimitados a la muerte y al dinero. Siento que la lucidez de los académicos alcance solamente para confesar un miedo que jamás sintieron hacia otros verdugos criollos, tan o más tiranos que el amado inquilino.
Creo que los ‘cerebritos acorralados’ poco le han hablado a sus alumnos de un antiguo tema: los intelectuales y la sociedad. Si no lo han hecho, ni lo hacen ahora, qué demonios esperan del país que dicen temer.

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