11/6/08

CABARETERO CON MECENAS ALBAÑIL

Apenas sirvo para dar placer”
H. Alvarado Tenorio

Los poetas de mal hablar, hay que advertirlo, no suelen ser invitados muy agradecidos. No me consta que Alvarado Tenorio sea uno de esos poetas, pero la boca ancestral a la que está pegado le ha echado -ella sola- de algunos programas de variedades y de otras tantas camarillas intelectuales. Creo que es de los pocos culteranos nacionales que repite, un día si y otro también, que Belisario, además de cobarde, es un comemierda con pose de literato. Eso lo sabe cualquiera y hasta se escucha en los orinales públicos, pero nadie se adjudica la autoría de aquel merecido insulto. Alvarado ya desfiló por unos cuantos post -de los más peyes- de este monótono blog, porque con habilidad de culebrero le metió, por triplicado, una enrevesada historieta al noble y candido Abad que se la tragó con todo el gusto. De aquella desmentida y afortunada confusión nadie se quiere acordar, lo mismo que del presupuesto administrado por Belisario para el centenario del Quijote, en caso de que alguna vez haya tenido lugar.
Por estos días en que los poetas le cantan a una tarde inolvidable en la que ven, a manos cogidas, Nothing Hill. La poesía de Alvarado Tenorio resulta, porque no decirlo, necesaria. He leído Ultrajes [1965-2005], un evidente desfile de borgianismos: los poemas se titulan con nombres de personajes o fechas históricas, la desigual geografía del mundo se torna ocasión literaria, algunos versos son sentencias en las que resuena la voz de otros autores o de antiguas doctrinas (Rigveda 10, 90 por ejemplo). En fin, recursos ya vistos, pero que no hacen perder a los poemas aquella necesidad. Me parece que aun debiera leerse: “Vana es la muerte/para quien sobrevive/y sigue amando“; “Nadie tenga abstinencia, ni predique enseñanzas, no podrá compartirlas”; “¿Quién nos quito la realidad/y sólo nos dejo el deseo?”. El poeta admite “no saber de castidad ni de hermosura” e inventa una curiosa medida para la memoria: “En un viejo bar/alguien recuerda cómo fuiste”. También le roba unas líneas a Henry Miller para recordar a Nueva York: “Vestida de blanco/Espera a la salida del metro,/sin bragas como siempre”. No tiene reparos en describir a las putas gordas y envejecidas con las que aprendió el placer de pagar, cuenta los kilómetros y describe los caminos que le llevaron al encuentro de un amante. Es fiable aquel “no pierdas el tiempo buscando la patria”, así como su definición: “un laberinto de sangre llamado Macondo”. A Borges le dedica este verso “Dios no hubo en ti”, lo que resultaría paradójico, pues en diversos textos de Borges si que lo hubo, así fuera una invención.

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Alvarado dirige Arquitrave que en esta entrega ofrece una antología de poetas iraquíes, lo que demuestra que más allá del petróleo asaltado y de la guerra hay un Irak con: “más poetas que soldados y más poemas que armas”. Aquellos poemas son un espejo antes que la expresión de una realidad lejana. Sirvan los Ultrajes de Alvarado, así como la antología de su revista para volver a la poesía que transforma al hombre que la sirve:

Otra cosa no somos más que piedras de molino.
Si dais una vuelta por nuestra tierra, piedra por piedra,
por todas partes encontraréis nuestra sangre.
¡Cuánto dolor hay en una nación en guerra!
Adnan Al-Sayeg

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