28/5/07

No Man’s Land

Los periódicos producen ‘asma informativa’. Un día lees algo tan insoportable que ya no puedes pensar en otra cosa. No puedes recibir más datos. Lo que ha escrito el periodista de turno -sea o no una bazofia- se queda entre pecho y espalda, obstruyendo el flujo de información. Aquella deseada y apacible inconciencia.
Se trata de tres artículos. En el primero (Businessweek) aparece un taxista pakistaní que imita a Pacino, cree que en algún lugar de Colombia vive Scarface: ‘Saluda a mi amiguito…pum, pum, pum’. El segundo (El Tiempo) dice que en Buenaventura hay un Billy the Kid, un joven autor de crueles e irónicas consignas escritas en las paredes de una cantina. Los ruidos ambientales son dignos de un western…pum, pum, pum, de ahí el apelativo. El tercero (New York Times) afirma que en esta misma ciudad se escucha el eco constante de disparos y aparecen las fotos de un patrullaje en pleno aguacero, por una zona de palafitos, entre peligrosos jugadores de domino.
En el primer artículo se habla de ‘jóvenes millonarios’ -young and educated, Colombia's new elite- que negocian con capital extranjero en la Bolsa, ganancias entre el 125 y el 400%. Educados en costosas escuelas de negocios, volvieron al país por la confianza que les inspiraba el nuevo gobierno y apuestan por engordar la ‘ternerita’ -I like to invest in young cows-. Este es el país de las ‘inversiones extremas’: a más riesgo, más ganancias. Los otros artículos describen el mercado negro de Buenaventura. Los Hammer que vienen y van en medio del lodazal del puerto. La compra-venta de cualquier cosa y la sospecha de ver a tantos blancos haciendo negocio entre tanta miseria negra. Un rasgo común a estas crónicas es la música y la fiesta. El más afortunado se va de yupi-fandango a Andres…y cuelga el video de la juerga. Los otros hablan de la música del puerto, salsa o reggetón, como si fuera la banda sonora de lo que pasa a su alrededor. La melodía del trapicheo y la pobreza.
Cada cronista persigue su estilo: el primero vende una ‘ternera’ para el engorde, el segundo imita a kapuscinski y el tercero hace un parte de guerra. Los tres describen un lugar con los mismos tópicos -símbolos, costumbres, personajes-, aunque pretenden decir cosas diferentes. Desde su perspectiva todos dicen la misma cosa, porque hablan de un mismo país extraviado en la prosperidad de sus negocios, en la sin salida de la violencia o en la inmarcesible pobreza.
A esto le llamo atragantarse de información, el asma aquella, porque la información no padece, ni reacciona, y los que informan asumen el papel de neutrales-insufribles que hablan de música, copian tres o cuatro frases crueles y escuchan disparos como la lluvia que cae. Entre tanto los que somos informados soportamos la ambigua evidencia y la equívoca inutilidad de esa información.

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