4/7/06

¿SAN?…(en) FERMIN (a dos días)



Eso me preguntaba yo aquel siete de julio a las ocho de la mañana viendo la procesión de un santo con cabeza y manos de cobre, bien brillaíto, después de la tarde-noche-madrugá del seis en que un volador, o txupinazo, lanza al cosmos la juerga más indecente y ebria de la que he tenido noticia en mis humildes incursiones por la lúdica carnavalesca del Ser(do) humano. Aquella mañana, con parsimonia pacata y estrecha, pasaba toda la beatería de Pamplona, una ciudad abarrotada de moralistas, vaticanistas y, como no, los descendientes de los que ganaron la guerra del 36, en pocas palabras una ralea provinciana de lo más exclusivo, pero es cierto que la procesión va por dentro y la mía estaba compuesta por toda la juergueria, la puteria y demás -ias de la fiesta. Esas dos procesiones son el clímax de una competencia inmemorial la fiesta contra la culpa, la moralina contra la juana, la roncancía, o las dos a la vez, batalla más que evidente en estas provincias de vetustos incestos entre las esposas del señor y los hermanitos del fandango.
Todo comenzó con la cristianización. Érase una vez la cruz y una recua de auxiliares que la tenían cruzada de rabo a pecho y que se fueron de ‘peregriná’ a ver quien se apuntaba en la ruta a subirse la cruz con el entusiasmo de constantino o la irreverencia de la justina. Uno de los que la tenía bien cruzada era el Fermin, a quien Saturnino envío por ahí, a tierras de toretes y paganidas a conquistar almas para engrosar las filas de los purgados y los renacidos. Aquel lejano mundo que nadaba en la paganía de sus toretes, una especie vacuna más común que los lobos, le obsequió a Fermin con una decorporada y un par de cortes en la muñeca, no tan profundos, pero que acabaron por separarle las manos. Dicen las malas lenguas que este estropicio se lo provocaron algunos indomables cornudos. Ese evento, no se sabe por qué calumnias y reconstrucciones hagiográficas, convirtió al Fermin en San, porque sí. El martirio una vez más nos juega una de esas tretas culturales en que un pastor de almas perdidas se dedica en lo que sigue a que esas almas se pierdan aun más, resultado, las fiestas más guarras del planeta.
Ya lo decía el joven Adriano, un bañito en sangre de toro te deja listo para la refriega en cualquier campo de batalla (¿o no viejo skr?), así que
A Pamplona hemos de ir
con una media
con una media…
FIL

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vámo hijo... joder con esos cornudos y betustos fermines que tuvieron que quitarle las manos al pobre pa' bendecir las fiestas... Ese si que fue un sacrificio.

VIEJOSKR

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