6/7/06

CASTING PARA UN ENCIERRO HUMANO


La tradición y la necesidad obliga a meter a los toros en un corral, allí van los morlacos de las fiestas a esperar la hora de la faena. Encerrar a los bravos en el toril es una tradición y también una parte del oficio de las vaquerías, un acto cotidiano que encierra vacas, novillos y becerros para la reproducción o el sacrificio. En algunos pueblos juntar y llevar los toros de las dehesas a los corrales es una ardua y peligrosa tarea, que puede costar varios kilómetros. Esta convivencia con los toros y las costumbres de la vaquería son para algunos ecologistas una barbarie. En su mayoría estas personas son vegetarianos convencidos, aunque antes probaron las delicias vacunas que sus sabias madres les daban para que crecieran con la suficiente fuerza y pudieran ser escuchados en sus humanitarias reclamaciones. Una de ellas es negar la fiesta de los toros, para esta humanitaria labor desfilan semienpelotas entre los parroquianos que admiran la excentricidad gringa y que sacan provecho visual del asunto. Gritan a los cuatro vientos que los bravos sufren y que llevarles en una carrera por las calles de una ciudad a los toriles de la plaza es una más de las injusticias de este mundo.
En esta manada de exhibicionistas algunos tienen proporciones vacunas, se pueden ver gringas que poco de lechuga y tomatitos biológicos, pero lo cierto es que los activistas han notado, con mucho humor negro, el contraste y han mejorado el casting del ‘encierro humano’. Recuerdo que el primero de estos eventos convocó pesos de indiscutible envergadura, ahora son sílfides de cuernos puntiagudos que sonríen con abúlica y famélica alegría a los transeúntes que buscan copiar algo de lo que esconde la gruesa pancarta. Ellas quieren salvar a los toros, pero de qué los quieren salvar?, de ser parte de un guiso de rabo con papita, de la gloria de arrastrar a un mozo borracho que no puede ni andar, de caer en las suertes de un torero que le arrima las pilas de la taleguilla con todo el descaro, de ser el símbolo de la nobleza, el trapío y el valor. Habría que preguntarles a las flaquitas aquellas cuanto vive una vaca en este mundo cruel? Si tiene suerte, unos tres años hacinada en un corral con otras trescientas, sin ver el sol, ni probar la hierba y comiendo un nutritivo alimento hecho de sus propios congéneres, vaya que humanidad¡¡¡¡. En cambio los bravos viven hasta los cinco o seis años en inmensas dehesas, solos en su territorio, sin ningún limite, y por maldad de sus ejecutores no ven ordeñadoras automáticas, camiones o activistas, hasta que llega el día del encierro; el día en que las sílfides pasean sus culitos blancos para que ellos no sufran la soledad de la faena, la fiesta de los tientes y la admiración temerosa de todo el tendido.
FIL COLIN

No hay comentarios.:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...