5/6/10

LA TEORÍA DEL FRAUDE

Uno de tantos opinadores, pro-continuidad en la granja, decía a principios de mayo que todos aquellos Verdes de Facebook y Twitter no se multiplicarían por votos el día de las elecciones, así que en caso de un incumplimiento de las “expectativas (…) no salgan estos a decir que fue que les robaron las elecciones”. Curiosa afirmación de un declarado uribista, quien anticipa la responsabilidad de un hecho no consumado, ni siquiera previsto por los candidatos del girasol. Se me ocurre que la premonición del laureado comentarista obedece a la infalible “ley del pedo” que reza: el que primero lo huele abajo lo tiene.
La cuestión es qué ha motivado a un uribista, creyente y sagaz, a enunciar la enjundiosa anticipación de la influencia en los resultados electorales de una ‘picardía’, un atraco a voto desarmado, a manos del partido que gobierna y sus imperiosos anhelos de fortísimas reelecciones. ¿Es posible que hasta un convicto uribista presuma que por el prontuario de falsedades, corruptelas y apaños del actual gobierno, resulte coherente endilgarle las equívocas cifras de un “contundente” triunfo electoral? Si esta extravagante acusación le ha transitado por la neurona a un discípulo de Plinio y Obdulio, no esta demás que nosotros, mortales descaudillados, pensáramos un poco de lo mismo.
La historia disfruta de la ironía, porque el reconocido antecedente de un fraude presidencial lo tiene el conspicuo abuelo de uno de los candidatos en esta primera vuelta. Hubiese ocurrido algo, todavía más irónico, si fuera él la víctima del fraude gracias a una dislocada ley de la compensación kármica, desconocida creo, en los exuberantes pagos sabaneros.
Tal compensación sería por la excéntrica “dictadura de partidos” que vivió el país durante más de tres décadas (El frente nacional), en la que los unos le cedían la silla a los otros como en un animado baile de máscaras. En definitiva hay que tener muy buen sentido del humor para creer que la democracia más antigua del Cono Sur alguna vez ha tenido unas elecciones libres de cacicazgos, condores, chulativas o cualquier alimaña que pueda reptar por el monte, en suma, libre de fraudes.
El caso es que la teoría del fraude ha adquirido en los últimos días la multiformidad de una bestia mitológica -¿una hidra quizá?-, pues circulan en la red variadas hipótesis, listados de indicios irrefutables, signos de una conspiración descarada y en algunos casos la certeza que acompaña a la conmiseración en frases como: “pobrecito el profe, le robaron la lonchera”.
Intentaré, reconociendo lo fallido de mi propósito, enumerar algunas variaciones de la teoría del fraude, por si acaso, algún curioso bisnieto, heredero del Uberrimo, quisiera rememorar las gestas de su polémica estirpe:

1. El software: sostenía -en el año 2009-, un exmiembro de los cuerpos de seguridad del estado que en su ratos libres servía a organizaciones paralelas de reputación no documentada, tener conocimiento del uso de una herramienta informática que a golpe de ratón destruye estadísticas, calla opinadores y anula tendencias electorales, aumentando o restando, como bien se quiera, los numeritos que se depositan en los servidores de la Registraduría. Indicios que respaldan la teoría:
1.1. Sabemos el nombre de una tal operación “titanio 4” (nombre radiactivo-atómico) en la que ocurría la desaparición forzada de las urnas que no favorecían al candidato oficial.
1.2. Reunión previa del candidato del gobierno con el presidente del sindicato de la registraduría, 2 días antes de la primera vuelta ¿para qué? En qué democracia suceden este tipo de reuniones.
1.3. En las elecciones parlamentarias del 19 de marzo, ríos de yoniuoquer corrían por las venas de los funcionarios de la Registraduría antes de dar los resultados. Es posible que algunas cifras se multiplicaran milagrosamente.
1.4. Tanto el partido verde cómo el PDA reclamaron en esas elecciones el conteo errado de votos nulos, de los que han recuperado como válidos cerca de medio millón.

2. Clientelismo: compuesta de los clásicos tamales, los volantes anónimos que amenazan con la perdida de los subsidios de ‘familias en acción’, una oferta de empleo, una beca en el SENA o los no retornables 50.000 machacantes por sufragio. Se trata de la práctica más reconocida, histriónica e indemostrable de la política nacional. Hace falta mucho autocontrol para no morirse de la risa, o el llanto, ante este ancestral tráfico electoral, actualizado con el alegórico tecnicismo “maquinaria”. Nadie ha preguntado -y tampoco nadie quiere conocer- el porcentaje de la votación que aporta en cada jornada electoral esta compra-venta de votos. Aunque es claro que en los apoyos a Santos están los tradicionales caciques regionales que han sostenido sus curules en el congreso a punta de clientelas. A ellos no les cuesta nada invertir este capital electoral en su candidato…así es la democracia más antigua de Suramérica y hay que aprender a asimilarlo de una vez por todas.

3. Las estadísticas: esta es una variedad de fraude en versión indirecta. Se trata de inflar al contrincante -o a sí mismo- en los sondeos previos a la elección -a base de filtros estadísticos- con el fin de simularse apaleado (o vencedor) para que en medio de la confianza en el triunfo el pretendido ganador (o el contrincante) pierda la calma y reciba los ronroneos de los medios. Ante la simulada, pero inminente derrota, cualquier reducto recalcitrante de votación enfila hacia el remoto triunfo para dar caza al adversario en una sonora paliza. Con esto, la segunda vuelta puede ser tan limpia como los pasillos del congreso, o tan pacifica como una picada en el palacio del colesterol.
Nota: días antes de la elección un caricaturista -bacteria- fue censurado en honor a una viñeta en la que el bipedo plume, o el querido hijo-candidato del pulpo mediático, pide más filtros estadísticos para subir en las encuestas.

4. Propaganda negra y la prometida herencia: otra variante de fraude indirecto, la voz en la radio de un sujeto que no era, pero que sonaba al que es, diciendo lo que piensa, el que es, de su directo heredero. Repetidas entrevistas con la pitonisa: la gallinita doña rumbo, que señalaba con su gorjeos al candidato ganador (en contra del griego un bípedo plume). Por último, Las preguntas irrelevantes, chismosas y anodinas que tuvieron una respuesta dudosa del tipo “admiro a Chávez”; “Si la ley lo exige, lo extraditaría” y la constante rumorología apocalíptica sobre la guerra con Venezuela o la extinción del ejército.

5. La censura de prensa: el escudero de interior saca cuatro días antes de las elecciones un decreto que marginaba a todo medio de comunicación de un cubrimiento exhaustivo de las elecciones en las regiones, les quitaba los medios de transporte, la seguridad y la información electoral se focalizaba, de modo exclusivo, en los organismos oficiales. Este decreto también prohibía los sondeos a boca de urna realizados por los medios, o encuestadoras, con el único interés de hacer un balance entre la intención de voto y los resultados finales. Si estos sondeos hubieran sido realizados ¿Qué tan diferentes serían de los resultados finales? Sólo el oportunismo del decreto nos explica la importancia de suprimir del panorama electoral unas cifras que generarían sospechas sobre los resultados “oficiales”.

6. La incontestable serie de fraudes no electorales: falsos positivos, agroingreso, referendum, cohecho en Yidis, espionaje, hueco fiscal, reforma de la salud inviable, enfrentamiento con las Cortes, nepotismo, reparto de cargos diplomáticos, parapolítica, bombardeos en países extranjeros, operación jaque. Esta facilidad para las prácticas fraudulentas del partido que gobierna nos dice, a las claras, que si es tan fácil engañar un empujoncito de más no le va a hacer daño a nadie.
Nota: en las elecciones del 2006 hubo graves denuncias sobre la votación “arrolladora e histórica” -ésta también- con la que fue reelegido Uribe (se oyeron voces que pedían la repetición de los comicios), lo que indica que existe experiencia previa en el fraude electoral de la llamada “maquinaria” que ganó, una vez más, las elecciones del día 30.

Dicen que es de radicales
seguir a la teoría del fraude, que tales disparates nos pueden llevar a la sin salida de las armas, como ocurrió con el ancestral fraude del abuelito Lleras. En ningún momento se trata de un mero radicalismo si no de escuchar al sentido común. La orgullosa democracia más antigua del Cono Sur lleva repitiendo el mismo esquema electoral desde hace décadas: caciques, favores y amenazas, muertos que votan, buses llenos fantasmas que votan en cuatro pueblos el mismo día, efectivo de mano en mano. Convivimos con él todas las elecciones y nadie mueve un dedo para erradicarlo.
Cabe la posibilidad, remota a mi modo de ver, que ciertas prácticas fraudulentas no aporten el grueso de la votación a un candidato, sin embargo, también cabe la posibilidad de que sea lo contario ¿Cómo saberlo?¿Quién se atreve a preguntarlo? ¿Quién puede ofrecernos una respuesta fiable?¿Le preguntamos a Doña Rumbo señores del Espectador? En cuál democracia no se pueden, ni se deben hacer estas preguntas…en la orgullosa y más antigua del sur de las Américas.
Como no se puede preguntar, porque es de radicales. En un ensayo de probabilidades, nos atrevemos a calcular el número de votos que le aportó a Santos cada una de estas prácticas fraudulentas ¿Qué cifra obtendríamos? Quizá mucho más del 25% de su votación -o ¿un poco menos?-. Esta parece ser la cifra con la que ganó de forma apabullante.
Esta claro que basta con usar de esta bestia fraudulenta algunas de sus cabezas, como si fuera una hidra, para alcanzar el objetivo deseado, incluso bastaría con una sola de ellas, pero si aplicamos las seis al mismo tiempo (sobran tres) la contundencia de la victoria electoral puede rozar máximos históricos.
Tal como pensaba aquel opinador, fiel uribista, los Verdes no se pueden quejar, no pueden ser malos perdedores. Estamos en una democracia hermanos y hay que aceptar sus inquebrantables normas; encajemos las derrotas con orgullo patrio...¡¡que ha ganado el país!! Este ha sido un domingo cualquiera: falible, manipulable, vendible, negociable, intercambiable, por los siglos de los siglos...por favor, no seamos tan radicales.

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