16/3/10

AQUELLAS MARCAS POLÍTICAS


“(…) el ministro de Gobierno había anunciado que no se descartaba que los decretos antimafia pudieran pasar como proyectos del ley al Congreso para convertirse en medidas permanentes. Algunos representantes a la Cámara estaban presentes en el Senado en esos momentos y corrieron al recinto para informarle a sus colegas lo que el ministro acababa de decir (...) fue entonces cuando la mayoría de la bancada conservadora y un importante grupo de liberales (…) decidió disolver el quórum y cerrar las puertas del recinto, para impedir la entrada de los ministros.”
Incidente en la cámara (Revista Semana-9 de octubre de 1989)

El congreso está cerrado desde hace más de veinte años, tal como lo atestigua este recorte de prensa, a cualquier ley que vulnere la cuestionable autonomía de sus actos legislativos: una lúgubre subasta de voluntades, confiada de su eficiente base electoral. En los años ochenta bastó con el 1% de la votación para elegir congresista a Pablo Escobar, cerca de 16 mil votos. Diez años después, la votación que eligió a los sombríos representantes del '8000' llegó al 16%, impulsada por la repentina ausencia de Escobar; y en las elecciones del 2002 esta cifra llego a dos millones de votos, y Don Pablo seguía ausente. En las elecciones del 14 de marzo de 2010 la votación se ha mantenido estable, casi 900 mil votos, y ya nadie se acuerda de aquel pionero, un declarado gaitanista, cuyo padrino era él mismo.
A los candidatos a cualquier corporación pública, durante las últimas décadas del siglo XX, les parecía normal compartir un scotch junto a copartidarios que luego, por aquellos giros impredecibles de los hechos, terminaban reseñados en abultados informes policiales, la mayoría de las veces extranjeros. Los exitosos empresarios adquirían con el tiempo un nombre propio, molesto y pegajoso. En política si alguien te ha visto con aquel fulano…es posible que el impuesto del olvido se cobre un alto precio electoral. Los partidos políticos han esquivado con holgura este tipo de relaciones, optando por un sistema de marketing en el que las amistades irregulares son sustituidas con peligros aun mayores que un cheque, una fotografía o el préstamo de un helicóptero.
El aglutinante patriótico es la seguridad, la inversión extranjera y la cohesión social. Algunos analistas han verificado ya que ninguno de estos puntos del marketing político, que ha ganado una vez más las elecciones, tiene validez. La seguridad es tan inconstante como la suerte cuando se juega a la ruleta o se apuesta a los galgos -pregunte a los indígenas-, la inversión es casi inexistente en tiempos de crisis y la cohesión un ritual de compra de favores. Sin embargo, el marketing continua y sigue dando sus frutos con un mínimo desgaste. Las cuentas vienen muy claras, si el fuerte del voto de opinión es la capital, la marca seguridad-inversión-cohesión le ha barrido y en las zonas que son ruta del narcotráfico, con grupos armados y muchas haciendas, la victoria es aplastante.
Nos gustaría que los cerebritos del Partido Verde pudieran competir contra esta maquinaria, pero es una ilusión, por enésima vez debemos aceptar que la inteligencia en política es aplazada por pasiones y necesidades de mayor hondura. El hambre, el miedo y la ambición, por no abrir más heridas, son el combustible de una mecánica del poder que de nuevo ha mostrado, porque fue tan fácil para algunos levantarse de su curul y cerrar las puertas de la Cámara baja. Esta escena fue, y será, un ejemplo de la dolce vita de ciertas instituciones consecuencia de la pasmosa vulgaridad que ahoga a nuestra ejemplar democracia, resumida en aquella máxima de perogrullos:

“!Señor periodista a la democracia colombiana déjemela tranquilita, como está¡”

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