Foto: sergio serranoLa carranga le acompañó después de cruzar la Línea. Me descubro ante un hombre que fue al Cagüan a preguntar por su hijo. Años después caminó desde el sur de Nariño hasta la Plaza de Bolívar para escuchar la misma respuesta. Ese ‘no’ de presidente igual al del guerrillo. Un ‘no’ más elegante, gritado con histeria democrática desde un atrio bien alto -para que se note la jerarquía- y con ministros de respaldo. Ellos miraban al Profesor Moncayo con esa cara de ‘¿Qué hace aquí?’, ‘Nos cambia la agenda, cuando deberíamos estar de discursitos al oído y rodillas calientes’. El psiquiatra es un ecuánime de cartón, después de conciliar con el diablo cualquiera está relajado; Holguín no quitaba la mano en la que apoyaba su mala cara, pensando en lo inútil que es hablar con el pueblo y aún más inútil escucharlo; el ministro exsecuestrado miraba al horizonte en pose marcial .
El estilo caudillista -que tanto recuerda al primo Chavez- adquiere un poco más de formalidad con la gritería encorbatada del mandatario que montado en su escalera, agita brazo con palma al frente y dedos bien templados. Me trae recuerdos tanto palmeo y tanta arenga en la que una plaza -muy dividida- de repente se convence, sin quererlo, de su equivocación: ‘No deberíamos gritarle para…ppprrrr…¡no!’, deberíamos decirle ‘salvador’. Desde el atrio se escucha que la pobreza tan sólo será del 35%, que él deja protestar así todos estén equivocados y habla respetuosamente con los que le insultan. ‘Por favor ‘ciudadana universitaria’ cambiemos de tema y después le propongo al educador que se vaya a Cuba p‘echarlo de la plaza. Lo dejamos ahí unos meses a punta de ron y jineteras, y a la vuelta lo acusamos de agitador, nos viene al peluche’.
El mandatario no se bajó del atrio, ni siquiera para estrechar la mano del caminante.
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