25/7/07

DESDE BURKINA FASO


16 de Julio
Un lugar donde "poto poto" quiere decir barro y "dondooni" dulcemente o poquito a poco, solo puede tener un aire respirado de tierra y maleza verde. Sus habitantes son pacientes intentando convencerme de que compre algo; yo hago lo propio a la hora de convencerles de lo contrario.
25 de Julio
En esta tierra la vida se impone en todo su esplendor, mostrándose maravillosa y terrible a la vez. Aquí la existencia se respira en todas sus formas y variedades, escondiendo algo inmenso y primitivo detrás de cada cosa, sonrisa o mirada. Este mundo misterioso impacta e incluso aterroriza al pequeño hombre blanco. Este proviene de un mundo desgajado de esa vidaque hay aquí. Un mundo que ha decidido prescindir de la magia, de lo peligroso, del miedo a lo desconocido, de la suciedad, de las bacterias, de los animales y las plantas, de los olores y los colores. En Occidente la vida se ha criogenizado y sus habitantes permanecen sumidos en un profundo letargo; alejados del bullicio impetuoso de lo imprevisible; subyugados por expectativas emplazadas en un futuro inexistente; separados para siempre del inquietante presente. La existencia en el África Occidental pronto revela la verdadera posición del ser humano en la naturaleza. Este no puede sino rendirse al poder impredecible de la misma. De ahí provienen su humildad y sencillez. El africano sabe cual es su lugar en el mundo. Su actitud apela a la del sabio primitivo, pues, consciente de su insignificancia en el eterno ciclo vital, es capaz de integrarse modestamente en su entorno. El africano ha tenido la suerte y la desgracia de no poseer el espíritu arrogante y despreciable del hombre blanco. Este se piensa dominador del mundo, controlador de todos los planos de la existencia y elemento supremo en la escala evolutiva. Sin embargo, esa soberbia, ese espíritu científico y planificador, esa separación para con su medio natural olvidando cual es su lugar en el mundo, no ha hecho mas que desorientarle. El hombre occidental se halla sumido en una forma de vida extraña, ajena a su condición de ser vivo, desprovisto de esos valores universales que aquí se pueden encontraren cualquier nino o anciano. El hombre blanco no vive: hiberna. El hombre africano no hiberna, pues no tiene tiempo para ello. Su tarea se centra en vivir; su existencia se limita al mero hecho de salir adelante día a día, lo que le concede dinamismo, libertad, desparpajo e ingenio. Elementos que en nosotros se encuentran atrofiados. El africano convive cara a cara con lapenuria, la suciedad y la enfermedad; desde edades tempranas es conocedor de la vida en todas sus facetas; es consciente de su terrible crueldad e indiferencia, y lo acepta sin fatalismo.Es preciso pues, evitar esa actitud compasiva y paternalista propia del occidental, y trascender ese primer impacto que puede provocar descubrir un mundo sin esterilizar. Solo entonces podremos descubrir la belleza que irradia este continente, así como la inquietante indolencia que golpea nuestras vidas en la tierra del hombre blanco.Escribo todo esto después de haber experimentado lo que los lugareños llaman " le bonjour de Burkina". En este caso el bonjour ha sido bastante duro, pues normalmente no suele ir más allá de una simple indigestión seguida de algunos días de diarrea, vómitos y estreñimiento. Sin embargo, no he pasado - que yo recuerde - una noche tan terrible como la del 21 de julio. Todo empezó con una diarrea corriente a la que no presté mucha atención. Fue mástarde, al caer la noche, cuando mi cuerpo se vio sacudido por un tremendo golpe de fiebre. Pronto mis miembros se encontraron agarrotados y mi cuerpo invadido por temblores y escalofríos. En un principio pensamos que se trataba de malaria, ya que la fiebre se apoderó de mi súbitamente. La temperatura corporal superó los 40° C , y mis desesperados intentos porconciliar el sueno y alejar el dolor resultaban inútiles. Después de una interminable noche, amaneció. La fiebre había bajado un poco, pero continuaba la diarrea y los mareos, así que me llevaron a la clínica. Por fortuna no de trataba de malaria, sino de disentería ( una fuerteintoxicación alimenticia ). Permanecí todo el día ingresado y atiborrado de medicamentos. Ahora no me queda mas que recuperar los kilos perdidos. Así es como el pobre hombre blanco se adapta al entorno africano y a su desmesurado torrente de vida y muerte.
Elhombreafortunado

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