20/1/12

Carta a un animalista

“Has hablado igualmente de nuestro daño e injusticia para con los animales y esto es cierto. Pero si pensases y reflexionases, sabrías y verías claro que todo esto es insignificante al lado de los golpes, injusticias y daños que vosotros causáis, como contó el delegado de los cuadrúpedos en el capítulo primero. Por otra parte, el daño que os causáis a vosotros mismos unos a otros supera todo esto…”; dicho por el delegado de las fieras en La disputa de los animales contra el hombre traducción del original árabe de "La disputa del asno contra Fray Anselmo Turmeda" (trad. Emilio Tornero). A la izquierda estofado de rabo de toro.

Apreciado
Amigo,
He leído con atención sus argumentos en contra de la lidia de toros bravos. Me parecen muy respetables y sin duda enriquecen un debate reducido -por los parciales de la tauromaquia- a la tradición cultural, el arte y el gozo estético. No se tienen en cuenta los aspectos morales de infringir violencia y causar dolor a un animal o contemplar aquel “espectáculo” con un cierto “placer” (lo que usted eleva a patología apoyado en algunos recursos bibliográficos).
Quisiera mostrarle que la "moralidad" acerca de los actos violentos contra las demás criaturas de la naturaleza (animales y vegetales) tiene una larga historia, una genealogía que los animalistas ignoran igual que los seres a los que anhelan proteger. Lo digo por la reproducción que ahora se ve en Latinoamérica de las protestas en defensa de los derechos animales y en contra de la segregación de las especies -herederas de un pasado reciente- que están muy de moda en la península. Estos movimientos tienen, en cambio, unos móviles políticos muy bien administrados en contra del “hispanismo” y del barbarismo que la cultura anglosajona -o centroeuropea- achaca a los pueblos mediterráneos.
Este debate es muy complejo, porque también cabe preguntarse desde qué contexto ideológico y con qué tipo de identidad moral se juzga a la tauromaquia. Acaso un gobernante que se dice progresista no quiere corroborar su programa político con estos juicios morales hacia la fiesta brava, lo que convierte sus palabras en una agitada exhibición ideológica.
Sin duda, este es un problema externo al debate, porque lo cierto es que los juicios morales hacia la crueldad animal o los actos violentos contra la naturaleza parten del uso de unos términos y la determinación de unos significados que buscan la "humanización" de todas las criaturas. Usted en su artículo habla por el toro sacrificado y los toros a lidiar que no pueden defenderse. Ellos carecen del lenguaje, del discurso moral y del contexto "humanitario" para alegar la inmoralidad de la fiesta en la que participan (muy a su pesar diría usted).
La antigua costumbre de dar voz humana y carácter moralizante a las criaturas de la naturaleza es motivo de un bello relato que proviene de la tradición musulmana (extrañamente afiliada a la violencia en los tiempos que corren). El texto del que hablo da voz a los animales y ellos nos cuentan cómo la violencia en la naturaleza obedece a la violencia que el hombre ha ejercido en su contra. En términos rigurosos habría que hacer un juicio moral al proceso de domesticación de las especies animales y al sacrificio de sus especímenes para el consumo humano en todas sus facetas (trabajo, carnes, pieles, combustibles, usos científicos y cosméticos). En suma, la razón moral que usted representa -con tanta soltura- debería juzgar el proceso histórico de la destrucción de la naturaleza que nos ha puesto en nuestra actual situación “civilizada”. Me agradaría que consultara las cifras de sacrificios animales que todos los días -de forma mecanizada- se realizan en el planeta y los kilos de carne que han alimentado a la mentalidad moral que usted dice representar.
El testimonio textual que cito le mostrará que dar voz “humana” a las criaturas para que ellas hablen al hombre de virtudes, violencia, crueldad y vicio, proviene de la fe en la bienaventuranza divina de la que disfruta la naturaleza. Siento decirle que su moralidad antes que filosófica es halagadoramente religiosa y posiciona a la razón moral en la cúspide del juicio que nuestra "especie depredadora" (también en la cima de la cadena alimentaria) puede hacer de cualquier comportamiento violento. Usted no podría hablar de inmoralidad sin la presunción de una moral "inherente" a la naturaleza. Sus juicios no dejan de ser la expresión del sofisticado escrúpulo de unos carnívoros "cultos" que odian ver la sangre y el dolor, aunque puedan deleitarse con un enorme filete, papas y cerveza.
Para corroborar sus argumentos deberíamos dejar de ingerir la carne de animales sacrificados, rechazar vestir con pieles y no montar a caballo...y otras interdicciones más; las que me recuerdan las prohibiciones de los maniqueos (del siglo IV D.C) que no podían arrancar una manzana del árbol, ya que esto implicaba ejercer el mal hacia la bondadosa vida de la naturaleza.
Espero que disfrute del texto que le envío y le dé más argumentos para acompañar a los progresistas bogotanos en estos debates tan "contemporáneos" y descabelladamente "postmodernos". Intercambio de ideas que ocurre dentro de una sociedad en la que junto al consumo carnívoro se alaba el “canibalismo social” como forma de poder territorial y político a espaldas del nada patriótico derecho humanitario.

Un cordial saludo

El original árabe de 'La disputa del asno contra fray Anselmo Turmeda', estudio y traducción Miguel Asín Palacios pp. 1-51, Revista de Filología Española, 1914.

3 comentarios:

Hilarius dijo...

pellejo: agradezco el amplio comentario que le ha merecido la lectura de mi post alrededor de la tauromaquia (en http://pellizcate.blogspot.com/ ). Desafortunadamente no he tenido el tiempo para leer el texto que usted cita, así que haré referencia a sus palabras. (i) Usted dice que los movimientos en defensa de los animales poseen “unos móviles políticos muy bien administrados en contra del “hispanismo” y del barbarismo que la cultura anglosajona [...] achaca a los pueblos mediterráneos”. Desconozco estos móviles, y no estoy en una cruzada en contra de la supuesta barbarie que usted menciona. Empero, es importante mencionar que, de estarlo, eso no menguaría en nada el argumento en contra del toreo. El toreo, de hecho, es una tradición bárbara. Así que si existe este movimiento ‘anti-mediterráneo’, pues en este punto han acertado. (ii) Usted dice que “cabe preguntarse desde qué contexto ideológico y con qué tipo de identidad moral se juzga a la tauromaquia”. Bueno, creo que en este punto no pude ser más claro: el contexto fue dado una vez que enuncié el principio moral fundamental que viola la tauromaquia: “hacer el menor daño posible”. Si a usted le parece discutible este principio, entonces sus argumentos deberían estar dirigidos a mostrar por qué el principio está mal. (iii) Usted dice: “Usted en su artículo habla por el toro sacrificado [...]“. No. Hablo por mí, por lo que pienso es correcto y acorde a la razón y a la ley moral. (iV) Usted dice: “En términos rigurosos habría que hacer un juicio moral al proceso de domesticación de las especies animales y al sacrificio de sus especímenes para el consumo humano en todas sus facetas (trabajo, carnes, pieles, combustibles, usos científicos y cosméticos)”. Muchas ideas, así que voy por partes. (a) Si el proceso de domesticación fue llevado a cabo por medio de la violencia, entonces sí, el proceso es moralmente cuestionable. Pero no sabemos si fue así; de hecho, hay teóricos que opinan que los lobos, en particular, “se domesticaron a sí mismos” ( http://www.pbs.org/wnet/nature/episodes/dogs-that-changed-the-world/what-caused-the-domestication-of-wolves/1276/). (b) Estoy de acuerdo con usted que la crítica que hago al toreo es consistente con una crítica más amplia al sacrificio animal en nuestra sociedad. (Pero note que, a diferencia del toreo, el sacrificio de ganado no es–totalmente–gratuito). En este sentido, creo que evitar la ingestión de carnes y de productos animales cuya producción suponga un acto de violencia hacia los animales es, en última instancia, necesaria si se quiere llevar una vida más acorde con la razón y la moralidad. (v) Usted dice: “Siento decirle que su moralidad antes que filosófica es halagadoramente religiosa [...]” “[...] proviene de la fe en la bienaventuranza divina de la que disfruta la naturaleza”. No veo por qué debería sentirlo. Si lo que usted dice es verdadero, tanto mejor para la religión, que por una vez encuentra una sincronía con principios racionales. El que el principio moral que he mencionado (hacer el menos daño posible) sea de origen cristiano, judío o budista, es irrelevante para la cuestión de saber si el principio es malo o bueno. Usted parece partir de un falso dilema: un principio moral es o bien racional o bien religioso. Pero la religión no está desprovista de racionalidad. Sin embargo, me temo que su “crítica” es, en última instancia, desatinada. Olvida o ignora que Pitágoras, Platón y Plutarco fueron vegetarianos y se encuentran entre los primeros defensores de los derechos de los animales (vea por ejemplo http://www.ivu.org/history/greece_rome/plutarch.html o http://www.ivu.org/history/williams/plutarch.html). Me dirá que en ellos también prevalecía una moral guiada por la idea de la “bienaventuranza divina que goza la naturaleza”? Eso me parecería un patente anacronismo y no ceñirse a un examen serio de sus argumentos.

El Pellizco dijo...

Respecto a i) es sorprendente como cae usted en los mismos argumentos que los defensores de la tauromaquia. Usa la expresión “tradición bárbara” así como sus contradictores usan “tradición cultural”. Ahora veo que usted tiene un difícil trabajo, establecer los límites de esa tradición y la defensa de su creencia en la “barbarie” (¿esto también es moral?). Sobre ii) digo claramente en la carta que es una cuestión externa al “debate” (intente leer mejor). Con esto solo quería mostrar que hay un efecto imitación (las manifestaciones colombianas son copias de otras, ver PETA ), es un acompañamiento ingenuo de las protestas en la península sin conocer todas sus circunstancias (por favor lea los periódicos españoles, son gratis). Sobre iii) este punto trata sobre la “humanización” del sacrificio en el toreo. Sobre el uso de un lenguaje de la violencia gratuita aplicado a humanos y animales por igual. Eso de “hablo por mi” suena argumento ad hominem y en su artículo usted lo hace ad taurum. Al tratar de este tema usted asume el papel de interlocutor moral de los animales (de ahí el término “animalista”). Sobre IV. A) el proceso de domesticación es tan amplio que el ejemplo del “lobo” es tan sólo uno entre muchos, el que más interesa (a este debate) es el paso de la cacería a la crianza de animales para consumo y la tauromaquia parece un resquicio de esa transformación; IV. B) Aquí tenemos un problema interesante. Ahora resulta que su “principio moral” (sobre ejercer el mínimo daño) tiene como excepción los mataderos públicos y las carnicerías. Claro, si sacrifico a un ser vivo para alimentarme y sobrevivir, tengo su licencia moral para matarlo, porque tiene una justificación. Esto quiere decir que su principio debe ser explicado respecto al consumo de animales a los que se les ha hecho “poco daño”; sólo se les ha matado para servirlos a la mesa (¿Qué pasa con las huertas?). Sobre V) quería indicar que la moralidad que usted dice representar tiene una “genealogía” -lo que está dicho desde el principio de la carta, lea bien¡¡¡-. Sus juicios morales pertenecen a una descripción mítico/religiosa de las relaciones “bondadosas” hombre-naturaleza (lo que usted parece ignorar y negarse a entender). Se trata del origen de la formulación de juicios morales aplicables a toda violencia gratuita (excepto la de los mataderos públicos, porque usted es carnívoro y en ese caso no hay “gratuidad”) que puedan generar una regla de comportamiento general, lo que tiene como trasfondo una “moralidad” inherente a la naturaleza que la racionalidad, y usted, pueden leer al pie de la letra. Por último, creo que la acusación de “anacronismo” es una forma de escapar de una acusación velada: lo suyo es la moral del carnívoro, representa los escrúpulos de un “tierno cazador” (postmoderno y progresista) al que no le gusta la sangre y mucho los filetes.

Hilarius dijo...

Mi réplica la encuentra en http://blogs.elespectador.com/latortugayelpatonejo/2012/01/19/la-inmoralidad-de-la-tauromaquia/comment-page-1/#comment-415. Gracias.

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