17/5/10

SANTOS III, EL DUQUE DE CITY TV



En Ricardo III, el talento político del Duque de Gloucester le sirve para fingirse la víctima de un hechizo o el piadoso, aunque vacilante, sucesor a la corona. De lo primero sacó en claro la deslealtad y posterior ejecución de Hastings, y de lo último la proclama de su reinado. Con esta pieza Shakespeare se muestra como el inventor de la instrumentalización del lenguaje para el bien o para el mal, lo que hunde sus confusas referencias en la soledad emocional de los individuos y en la ambigua resonancia de las pasiones colectivas.
En política la aplicación de este lenguaje nos enseña que los sujetos implicados en el poder son una especie de dispositivos de control histriónico que tan sólo dialogan consigo mismos -y sus fantasmas-sin escuchar a nadie, porque sólo buscan su propia satisfacción en las altas dignidades públicas. Es posible que los políticos modernos fundidos en la obra de Maquiavelo tuvieran un primer modelo en el Duque de Gloucester, pero no cabe duda que sus actuales y repetitivos herederos tienen casi todo del personaje shakesperiano.
El político finge algún “hechizo” o atentado externo para palpar las lealtades y seleccionar a sus enemigos, también son absolutos defensores de la piedad religiosa y moral, pero ante todo rechazan la ambición del poder como primer y único motivo de sus iniciativas electorales. Es muy cierto que la llegada de las republicas y de los gobiernos democráticos en nada han cambiado los instintos primarios del hombre público que desea el poder, así como el uso reiterado de las mismas estrategias.
En la actual carrera a la presidencia Santos ha sabido utilizar muy bien la técnica del “hechizo” shakesperiana, a veces se trata de malignos conjuros y otras de benéficos trucos de magia blanca. Entre los conjuros negativos están los ataques de Chávez, la extradición de Uribe, el desmonte del ejército, el supuesto autoritarismo mockusiano. El contrapeso a tanto “hechizo” proviene de aquel número de ventrílocuo en el que una invocación de la voz de Uribe cita, como una presencia místico-espectral, el nombre del Elegido.
El efecto de esta “hechicería” viene rematado por la segunda estrategia del Duque de Gloucester: la fidelidad moral a la fe en un dios. Rodearse de la creencia en lo divino hace que los electores piensen que los fines del candidato no son de este mundo y por lo tanto que el poder no es un fin en sí mismo. La estrategia muy recomendada por Maquiavelo, la retrata Shakespeare en la descripción del Duque como un hombre piadoso que vive para los estudios espirituales, desinteresado del mundo.
De la estrategia del “hechizo” se ha alimentado el poder que ahora acosa a los electores hacia la repetición de esta política animista en la que cualquier hecho ha sido producido por una fuerza sobrenatural, a veces negativa “¡Oh! Chávez”, otras positivas, en la figura de “Un patrón de finca”. El refuerzo de estas estrategias proviene del marketing de las campañas, hecho con rumores de calle, y de la resonancia que tiene en los medios de comunicación.
La fidelidad moral a un poder que no es de este mundo ya la expresó Santos en las palabras “unidad nacional”, lo que representa la posible identificación de todas las fuerzas políticas en una misma persona: el Elegido nombrado por una voz espectral. Con estas palabras queda claro que el poder no es el fin para Santos, porque piensa compartirlo y esta idea sólo es posible en un contexto de integrismo moral en el que todavía los electores pueden creer en candidatos sin intereses individuales previos, ni compromisos con cuotas burocráticas y deudas con fuerzas oscuras.
Nada es nuevo bajo el sol, todo ha sido inventado ya y lo que fue en su día “la guerra de las rosas” tramada con las estrategias que consignó Shakespeare en la tragedia Ricardo III, en la actualidad se repite como “la emboscada a los girasoles”.

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