6/6/06

UNA LECCIÓN DE LA NATURALEZA (I)



Suelo salir con el Blas, el perro de la casa -que ya son dos con el susquehabla-, a dar paseos por las artificiales porciones boscosas que la civilización ha dejado por ahí dispersas en su camino incontestable hacia el vacío y el aburrimiento. Me fijo mucho en lo que hace el canido cuando se aproxima un ejemplar de su especie, sobre todo si es una hembra. La palabra ‘perra’ suena muy básica e instintiva, más para el ser humano que para el perro que usa un sentido no lingüístico para entablar sus relaciones: el hocico en todo el culo. Por eso creo que se ha exagerado mucho el uso de la palabra ’perra’ porque cuando veo la fresa nasal del Blas empotrada en el culo de una congénere, tengo la esperanza de que alguna vez esa palabra sea comprendida por los seres humanos en toda su extensión. Todo este enredo es una excusa para decir que no hay ’perras’ de que hablar sin antes no se valora un ejercicio previo de olfateo, unción de las narices en fluidos glandulares y ese regustito de untar de nuevo para disfrutar de la cochada. Acaso nuestras ingles, sobacos, entrepiernas, fundillos o rajas transversales han sido colonizados por el olfato antes que por estas despectivas palabras que oprimen cualquier liberación de los sentidos !pues no¡. La palabra ’perra’ que Blas ignora, y yo prefiero olvidar, nos impide ser buenos discípulos de la naturaleza y usar nuestros olfatos para entablar verdadera empatía, antes que leer el horóscopo, citar la música de Frito Pets o la simpatía por el centroizquierda. Por eso es mejor olvidar que ‘perras’ hay pocas y que escasea el regodeo olfativo en la generación de los ‘ipos’, los ‘pdias’ y los ‘chas’ donde escasea el ‘chut’.

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