8/5/06

pellizo saudoso

LAS COSAS HAN CAMBIADO

Similar a la llegada del primer témpano de hielo a Macondo, así fue la
llegada de la máquina de poner el pavimento en mi barrio. Un monstruo
amarillo que ocupaba toda la acera, debajo del cual aparecía la cinta
asfáltica. Por fin los amarillos y rojos no tendrían que zangolotearse al
entrar a un barrio.

Las cosas han cambiado desde la época de la buseta del tío de un amigo, que
cuando lo reconocía a uno, lo dejaba subir gratis para llegar al salitre a
moler el culo de la sudadera en los lomos de los elefantes y las jirafas del
parque; hasta la fantasía de viajar a Chapinero y conocer literalmente, el
mercado de las pulgas del más tradicional barrio de Bogotá, y con suerte,
salir con un negro y un kumis de Cirano.

Pero si la suerte del transporte diurno estaba resuelta, la noche, sus
pasiones y delirios corrían peligro por falta de un buen dietético que
trabajara en las horas de la madrugada. Los jóvenes adolescentes habitantes
del norocciodente de la capital, tuvimos serios problemas a la hora de
retornar de nuestras incursiones en la noche, puesto que ningún bus se
atrevía a irrumpir por las calles de la ya famosa ochenta. En buenos
caminantes nos convirtieron los hoy celebres magnates del transporte
público. Que vivan las botellas de brandy, ron y aguardiente que cayeron en
batalla por los caminos de la ochenta, sesenta y ocho y la carrera séptima.

Insisto, las cosas han cambiado. Atrás quedaron las bajadas del conductor a
recomponer las tirantas del bus eléctrico para que siguiera su camino. Todos
los recordamos como el bus de la paciencia, el de los estudiantes, el
romántico "Troly". Ahora Bogotá cuenta con un sistema de transporte muy
organizado, y dicen los que saben que hasta muy de país desarrollado.
Seguramente, los extranjeros ya no encontraran exótica la ciudad, con sus
buses rellenos, parando en cualquier parte y con la presentación especial de
incipientes artistas, vendedores y mendigos profesionales (no todos).
Seguramente, mucha gente se sentirá incomoda por los cambios (no son
fáciles), seguramente, faltan muchos buses y nuevas rutas. Seguramente,
faltan muchas cosas por cambiar. Seguramente, nosotros tenemos que aprender
a cambiar. Pero las cosas ya no son las mismas.

Cuando era un adolescente vivía mucha gente en Bogotá, pero nadie parecía
ser de aquí. Las cosas han cambiado, no porque ya no existan los amarillos y
rojos, o porque hay Transmilenio, sino que ahora somos más bogotanos.

EL MOSCO

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