3/4/08

BOGOTAZOS I, II, III….

Arden los tranvías en la Plaza de Bolívar, en la avenida Jiménez, frente a la Gobernación, en hilera. Pasan hombres enardecidos. La desnuda 'mataganado' terciada a la cintura; el licor y los machetes; el palo y el puñal. El tranvía Nº 10 con el letrero de la ruta: Av. Chile- San Francisco, atrae a estos hombres que hacen el esfuerzo por descarrilarlo y volcarlo.
W. Ospina. El saqueo de una ilusión, 1998. *

Cuando vivía en el barrio Gaitán veía cada 9 de abril a unos ancianos ante la estatua del caudillo, intentaban describir, una vez más, cómo había desaparecido a manos de un desconocido aquel gesto de la retórica gaitanista: ¡Mamola! Con el mismo fin, García Márquez sostiene que el siglo XX empezó en Colombia aquel viernes de 1948, otros consideran que el ‘primer’ Bogotazo de 1893 marca el inicio de la modernidad en el país. Los Bogotazos son a Colombia lo que es Waterloo para Francia, la batalla de Trafalgar para los españoles o el 11S para los norteamericanos. A punta de Bogotazos se inventa una falacia: el día en el que se perdió todo pero se ganó el siglo, el momento en que cambio la historia. Creo que no hay nada más equivocado. En los Bogotazos de 1893 y 1948 está presente como causa de la deflagración y el motín la política bipartidista liberal-conservadora que manipuló a sus seguidores como si fueran tropas en un plan de batalla.
Colombia antes de 1893, en apenas 50 años, había vivido cerca de seis guerras civiles que enfrentaron al bipartidismo liberal-conservador. El 15 de enero de 1893 la gente más pobre de la ciudad incendió y saqueo Bogotá durante 24 horas, porque en un periódico conservador se publicaron unas gacetillas que trataban a los más pobres de ‘borrachos y parranderos’. Los liberales aprovecharon la ocasión y aleccionaron al pueblo; este fue el abrebocas de otra guerra, la primera del siglo XX, la guerra de los mil días.
La causa del segundo Bogotazo fue el asesinato de un tribuno del pueblo, el político que instauró el zapato escolar gratuito, el autor de “La Oración de los Humildes”. Apenas dos meses antes del día 9 de abril Gaitán convocó la ‘Manifestación del silencio’ en nombre de las víctimas de la violencia política conservadora por parte de los primeros ‘chulavitas’ y ‘pájaros’, los tatarabuelos de los ‘paracos’.
Los Bogotazos representaron un gran culmen de los enfrentamientos rurales del bipartidismo trasladados a la violencia urbana, lo que degeneró en un régimen sin libertades. Al final de cada Bogotazo se firmaba un pacto político bipartidista a favor del ganador del motín urbano, lo que precedía a un cruento periodo de más violencia rural.
La agresividad del bipartidismo político colombiano es la principal causa de la violencia rural -en gran parte del siglo XX- y de los ‘Bogotazos’. Por eso no es casualidad que la permanencia de los mismos partidos políticos y de los descendientes de aquellos dirigentes, tan proclives a la barbarie, ofrezca una imagen superficial del ‘Bogotazo’ en la que es muy difícil reconocer la responsabilidad histórica de la violencia del bipartidismo en aquellos conflictos. Este hecho le da aun más vigencia a las palabras de Jorge Eliécer Gaitán:
«En Colombia hay dos países: el país político que piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder, y el país nacional que piensa en su trabajo, en su salud, en su cultura, desatendidos por el país político. El país político tiene metas diferentes a las del país nacional. ¡Tremendo drama en la historia de un pueblo!»
*Ver el video sin sonido.

1/4/08

!!!TENGO FILO HERMANO¡¡¡¡ (!I’m cutting dude¡)


“La sociedad está dividida en dos grandes clases: la de los que tienen más comida que apetito y la de los que tienen más apetito que comida.”
“La glotonería mata más que la espada”

‘Moler saliva’, ‘come lo que quieras, pero cómetelo bien’ son de esas frases cajoneras que le dan un poco de hilaridad a una conversación en la mesa, seguidas de ‘no meta los pies en la sopa’, ‘se come los garbanzos amarrados’ y muchas más a propósito de nuestra elemental - o sofisticada- relación con el ‘papeo’. No nos sorprendería entonces que el orden mundial estuviera gobernado por el mercado alimentario: una megaestructura que empobrece al mundo rural, enferma y manipula a los consumidores, una industria responsable de inmensas fortunas basadas en los sistemas de distribución y manufactura de alimentos, en el diseño biológico de las materias primas, y en la definición de las prioridades alimentarías del hemisferio norte en detrimento del hambre de los países pobres. Al parecer no es la religión, ni el petróleo, ni el dinero….es el cotidiano e imprescindible ‘bitute’ lo que gobierna las relaciones comerciales del mundo global.
Del tema ‘comida’ se han hecho documentales como ‘Super-size me’, ‘Fast food nation’ y hasta credos alimentarios: slow-food, macrobiótica, vegetarianos estrictos o laxos. Aunque tan sólo los hechos muestran que la comida está primero que Internet o el terrorismo. Hay personas, y no son pocas en el mundo desarrollado, que deben pagar dos pasajes de avión porque su enorme humanidad requiere dos asientos y dos raciones de la detestable comida inventada para el transporte aéreo; hay tal cantidad de productos alimentarios industrializados que es necesario enseñar en los colegios el ‘significado comestible’ de la palabra berenjena. En el otro lado del mundo millones de campesinos pierden sus tierras, porque en los tratados de libre comercio no se contempla la defensa de las pequeñas explotaciones destruidas por la invasión de productos transgénicos más baratos y productivos, plantaciones que exterminan a las especies biológicas locales. En México el maíz de las milenarias tortillas es una marca registrada y protegida por las leyes del copyright, ahora una precolonial tortilla es un producto industrial que engorda y enferma ¿Tendremos que marchar por las calles exigiendo la salvación de la Arepa y la aguapanela?
Después de tantas conquistas políticas y culturales del mundo, tardo-moderno y ante-primitivo, en el que vivimos, hay que pensar y luchar por el derecho fundamental a la ‘soberanía alimentaría’, lo que ayudaría a superar las hambrunas en los países pobres y la obesidad mórbida en los países ricos. El supuesto equilibrio alimentario de nuestro mundo globalizado se traduce en dos billones de personas entre obesos y hambrientos. Las cifras reales del bienestar social no deberían ser solamente el producto bruto per capita, la conexión a Internet o el nivel educativo, también debe contemplarse el grado de soberanía alimentaría de cada país y la relación cultural de sus habitantes con la comida. El hambre no debe ser el condimento de nuestro mundo y tampoco nuestro único alimento la existencia patentada de tres semillas.
Léase:
'Obesos y famélicos' (Stuffed and Starved: Markets, Power and the Hidden Battle for the World Food System) de Raj Patel.
http://www.stuffedandstarved.org/drupal/frontpage
http://www.foodfirst.org/
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