31/1/08

Los otros secuestrados (Las mujeres de Bocas de Aracataca)


Bocas de Aracataca es un corregimiento en la ciénaga grande de la Magdalena. Como muchos otros lugares de este país, este pueblo ha sido azotado por los problemas de la violencia. Tres mujeres amigas ahora viven desplazadas en una casa humilde a orillas de la carretera que conduce de Barranquilla a Santa Martha. No pertenecen a una misma familia, sin embargo las une la tristeza del desplazamiento de su pueblo de palafitos. Basta escuchar dos o tres de sus historias para comprender que en éste país hay otro grupo de secuestrados.

Las tres mujeres viven lejos de sus seres queridos desde hace ya algunos meses. Su casa es un humilde refugio precedido por la imagen del sagrado corazón de Jesús. El parece ser el guardián en medio de la gente que las mira con recelo. Cuentan con nostalgia como no han podido ver a sus padres, hermanos y amigos porque los autores de la violencia han decidido marginarlas al olvido.

Quienes conocen algo de la historia de la ciénaga saben que es un lugar habitado por gente muy humilde, de escasos recursos, que viven de la pesca, del comercio y de algunos cultivos (… y claro, una que otra hacienda con miles de hectáreas…). A los pueblos de la ciénaga solo se puede llegar en lanchas, navegando los diferentes ríos y ciénagas. Muchas de las rutas de acceso a los pueblos son utilizadas por los actores del conflicto armado como vías para el contrabando y el narcotráfico. Este es uno de los principales motivos del desplazamiento de las tres mujeres de Bocas de Aracataca. Guerrilleros y paramilitares (… y muchos otros…) además de controlar diversas rutas del transporte fluvial, se dedican a extorsionar, amedrentar, desplazar y asesinar a sus pobladores.

Las cifras de desplazamiento, como las del secuestro deben ubicar a Colombia en los deshonrosos primeros lugares del mundo. Las entidades no gubernamentales y el estado no se ponen de acuerdo con el número real de desplazados. Muchos hablan de más de 150.000 personas que abandonan sus tierras cada año para buscar la “la seguridad” de los centros urbanos. Desde hace varios años, el desplazamiento en Colombia dejó de ser un problema, para convertirse en una tragedia nacional. Los desplazados, como se conocen a quienes han tenido que abandonar sus hogares por la violencia y la pobreza, han venido aumentando considerablemente y hoy se calcula que hay unos tres millones de ellos, quienes han abandonado sus hogares a causa de los diversos tipos de violencia practicados en el país desde hace ya varios años.

De cierta manera un desplazado es un ser secuestrado: es una persona humillada y despojada de su dignidad, marginada, discriminada, alejada de sus tierras y de sus seres queridos. Tienen puestas las cadenas que con indiferencia todos los días les ponemos.

El próximo 4 de febrero ha sido convocada una marcha en contra del secuestro y sus actores. El país se ha movido con gran interés por el tema de los secuestrados, pero son tantos y tantos los temas que aquejan a los nacionales. El deseo común es por el pronto regreso de los más de 700 secuestrados a sus hogares, pero este 4 de febrero ojalá nos pellizcáramos para alzar las voz por los miles de seres, que como las mujeres de Bocas de Aracataca también están secuestrados.

Basta ya de paliativos, la solución no es otra que la paz, la equidad social y el regreso a la tierra, que nos fue dada para ser cultivada con amor y no con sangre. Liberemos a los desplazados.

La mosca fly
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